viernes, 12 de octubre de 2018

La Biblia describe a Dios

La Biblia es la principal fuente de información para conocer a Dios. En ella encontramos numerosas declaraciones que de modo directo definen tanto Sus atributos divinos como Su personalidad.

Por ejemplo, respecto a sus atributos divinos, la Biblia revela que “Dios es Espíritu(Juan 4:24; 2 Corintios 3:17) Nos enseña que es Dios “desde la eternidad y hasta la eternidad (Salmos 90:2 LBLA); que “nadie le vio jamás(Juan 1:18 RVR60) Por tanto, es “eterno, inmortal, invisible(1 Timoteo 1:17 LBLA)

También es omnisciente, lo que quiere decir que dispone de conocimiento absoluto, incluso del futuro, ya que ‘anuncia desde el principio lo que va a pasar al final, y da a conocer el futuro desde mucho tiempo antes’; eso le faculta para asegurar el cumplimiento de su propósito (Isaías 46:10 TLA) Otro de sus atributos es “su eterno poder(Romanos 1:20 LBLA), un poder eterno y absoluto, por lo que en varias ocasiones se le define como “Dios Todopoderoso(Génesis 17:1 RVR60; Apocalipsis 15:3; Job 37:23) 

Dios también es “santo”, “majestuoso en santidad(Levítico 19:2; Éxodo 15:11 LBLA); a tal grado, que es calificado como “Santo, santo, santo(Apocalipsis 4:8 RVR60; Isaías 6:3); es decir, está libre de todo defecto, mancha o impureza (Isaías 35:8). Consecuentemente, también “es luz(1 Juan 1:5 RVR60), y sólo en su “luz vemos la luz(Salmos 36:9 LBLA)

Además, Dios es “sabio(Romanos 16:27 RVR60), tanto que nunca se podrá abarcar ‘la profundidad de su sabiduría y su conocimiento(Romanos 11:33) En Él “está la fuente de la vida(Salmos 36:9 LBLA), siendo “creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay en ellos(Hechos 4:24 NVI)

Todos estos atributos divinos le señalan como “único Dios(1 Timoteo 1:17 LBLA), y con toda propiedad puede decir de sí mismo: “yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí(Isa 46:9 RVR60). Indiscutiblemente es el “Soberano Señor(Apocalipsis 6:10 NVI; Hechos 4:24 NVI) cuyo ‘nombre es glorioso en toda la tierra(Salmos 8:1)

Respecto a sus cualidades personales, Dios “Es justo y recto(Deuteronomio 32:4 RVR60; Salmos 111:3) y “ama la justicia(Salmos 37:28 LBLA); por eso, ‘su ira se enciende(Éxodo 22:24 LBLA; Apocalipsis 14:10) y espera a ser ‘consumada(Apocalipsis 15:1 RVR60) al traer castigo a los injustos. También es “celoso(Éxodo 20:5 RVR60) en el sentido de que no permite la adoración a otros dioses; y es “veraz(Apocalipsis 6:10 NVI), “Dios de verdad(Deuteronomio 32:4 RVR60)que no miente(Tito 1:2 RVR60)

Pero sobre todo, la Biblia destaca el amor de Dios. Dice que es “bueno y perdonador(Salmo 86:5), “grande en misericordia(Salmos 103:8 RVR60), “compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad(Éxodo 34:6 LBLA), “es paciente para con nosotros(2 Pedro 3:9 RVR60), “consuela a los humildes(2 Corintios 7:6 RVR60), “¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura!(Zacarías 9:17 RVR60); tal es su bondad, que Jesús dijo: “Ninguno hay bueno, sino sólo Dios(Lucas 18:19 RVR60); sencillamente: “Dios es amor(1 Juan 4:8, 16 RVR60).

Lo expuesto es un breve resumen de expresiones bíblicas que declaran expresamente tanto atributos divinos como el carácter de Dios; sin duda, se trata de valiosa información; sin embargo…, esto no es suficiente para conocer a Dios.




viernes, 7 de septiembre de 2018

Conocer a Dios por Su Palabra

Aunque la creación natural es una fuente inagotable de información sobre nuestro Creador, la Palabra de Dios, la Biblia, es el libro que contiene un testimonio único e indispensable para avanzar en nuestro conocimiento de Dios, un conocimiento que nos transmite al describir explícitamente Sus atributos y cualidades; cuando expone Sus propósitos para con la humanidad; en el significado de Sus mandamientos, estatutos y leyes; en Su trato personal con hombres y mujeres; y muy especialmente, cuando se revela a sí mismo en la persona de Jesucristo. Todo esto y más, convierte a la Biblia en un libro lleno de información concerniente a Dios.

Por supuesto, podemos abordar la Biblia por distintos motivos muy legítimos: interés histórico, sus sabios consejos, para entender el presente y vislumbrar el futuro, etc.; pero sin duda, la mejor motivación para leer la Biblia es querer conocer mejor a Dios y sus caminos, porque así estaremos realizándonos satisfactoriamente como criaturas humanas, encontrando y culminando nuestro propósito más vital; y porque, como dice la misma Biblia: ‘si lo buscamos Él se dejará encontrar’ (1 Crónicas 28:9) y si ‘nos acercamos a Dios, Él se acercará a nosotros’ (Santiago 4:8) Así, conocer a Dios es acercarnos a Él. No hay recompensa mejor que saber que el Ser Supremo del universo se deje encontrar y se acerque a nosotros. Sin duda, este es el mejor incentivo para buscarlo a través del estudio de Su palabra, un estudio que será especialmente efectivo si nos valemos de estos refuerzos:

Una biblia sencilla. Se recomienda utilizar una traducción bíblica que facilite la rápida compresión de los relatos bíblicos. En español tenemos algunas, como por ejemplo: Dios Habla Hoy o Traducción en Lenguaje Actual. En este tipo de versiones la lectura gana en fluidez y compresión. Por contra, a veces no armonizan del todo con el texto original; pero para el propósito que nos concierne, que es conocer mejor a Dios, es preferible leer una versión que transmita en palabras contemporáneas la idea de cada pasaje. De todos modos, si necesitemos contrastar alguna expresión bíblica, conviene tener a mano una traducción más literal, más ajustada al texto original.

Meditar. Para conocer a Dios, necesitamos meditar en Su palabra, porque la continua reflexión nos permitirá adentrarnos en el conocimiento de Él; de hecho, la misma Biblia nos anima a meditar cuando leemos: “Dichoso el hombre […] que en la ley del Señor se deleita, y día y noche medita en ella”, o: “¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día medito en ella” (Salmo 1:1-2; 119:97) Por eso, al terminar de leer un relato, es bueno parar y preguntarnos: ¿Qué me revela esto sobre Dios? ¿Me ayuda a conocer algún rasgo de sus atributos o carácter? Responder a estas preguntas nos ayudará mucho a comprender y recordar lo que leemos en la Biblia.

Sobre todo orar. Si a raíz de nuestra lectura bíblica nos surgen preguntas sobre cómo es Dios, lo mejor que podemos hacer es preguntar ¿A quién? Al Autor de la Biblia. Esta es una posibilidad extraordinaria que solo sucede al leer la Biblia, porque es el único libro donde su autor siempre está presente y dispuesto a escucharnos. Por eso, antes de leer la Biblia oremos a Dios y pidamos Su espíritu para comprender y apreciar lo que nos está diciendo sobre Él. Pensemos que es la voluntad de Dios que le conozcamos, y por eso, si le pedimos, hemos de confiar que nos dará “espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de El” (Efesios 1:17)

No hay conocimiento más interesante, maravilloso y gratificador que el que resulta de nuestro Creador, el Ser Supremo; por eso vale la pena todo el tiempo y atención que podamos emplear, atendiendo estas palabras del apóstol Pablo: “que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:10)




jueves, 26 de julio de 2018

Los verdaderos adoradores ¿Dónde adoran?

¿Dónde se ha de adorar a Dios? ¿Es verdad que Dios reside en determinados edificios religiosos? ¿Qué dice la Biblia? 

Esta cuestión se aborda en una conversación que Jesús mantuvo con una samaritana. En el transcurso de la misma, la mujer le dijo:

Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (Juan 4:20)

La mujer apuntaba a lo que parece que era una discusión recurrente entre judíos y samaritanos ¿Dónde se había de adorar: en el monte Gerizín ubicado en Samaria, o en Jerusalén? ¿Quién tenía razón? Pero Jesús evade esa cuestión cuando le dice:

Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:21-22)

Jesús viene a decirle que no hay razón para discutir sobre en qué lugar se debe adorar porque en ninguno de ellos se adorará al Padre. También le hace ver que, al contrario de los samaritanos, los judíos sabían lo que adoraban. Por eso, llama la atención que en el centro de adoración judío se dejara de adorar a Dios. 

Es importante destacar que desde su inauguración, el templo de Jerusalén fue considerado como el centro de la adoración verdadera. A lo largo de muchos siglos, fue un edificio grandioso y suntuoso donde tenía lugar el culto a Dios en la forma de sacrificios, oraciones, cánticos, incienso aromático, etc. Cuando fue inaugurado, ‘la gloria de Dios llenó Su casa’ (1 Reyes 8:11) y desde entonces, fue reconocido como la morada permanente de Dios, o como la casa de Dios (2 Crónicas 15:17) Incluso Jesús se refirió al templo como la casa de su Padre (Juan 2:16; Lucas 2:49) Así que, no cabe duda del papel relevante que en los días de Jesús tuvo el templo como único lugar especialmente acreditado en la adoración a Dios; sin embargo, eso pronto cambiaría. Fue con relación al templo que Jesús profetizó: “En verdad os digo: no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada” (Mateo 24:1-2 LBA) Así fue, en solo unas pocas décadas el templo fue destruido; y aunque esa destrucción fue ejecutada por los ejércitos romanos, la verdadera causa fue porque Dios lo abandonó a su destrucción, cumpliendo las palabras de Jesús: “Su templo quedará abandonado” (Mateo 23:38 TLA) 

Dios decidió abandonar el edificio que fue considerado Su casa y desde entonces no existe ningún lugar especialmente dedicado a su adoración ¿Por qué? ¿Cuál fue la principal razón de este cambio? De nuevo, la respuesta la da Jesús cuando le dijo a la samaritana:

Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24)

Con esta declaración Jesús presentó un nuevo paradigma en la adoración a Dios. Ya no se requeriría de ningún edificio o lugar donde se realizaran rituales específicos de adoración. Los verdaderos adoradores ya no enfocarían su devoción en cosas que se pudieran ver y palpar. A partir de ahí, a Dios sólo le importa la adoración que es plenamente espiritual, el tipo de adoración que procede de un corazón sincero. Es más, una vez que Cristo ascendió al Padre se produce un sorprendente traslado en el Espíritu de Dios, algo que Pablo explica así a los creyentes de Corinto:

¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:16-17) “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19; ver también 2 Corintios 6:14-18; Efesios 2:19-22)

En efecto, el Espíritu de Dios dejó de estar en el lugar físico sagrado del Templo para habitar en el cuerpo de los verdaderos adoradores, de modo que habita y se mueve entre ellos. ¡No tenemos que ir a ningún templo porque nosotros somos el templo de Dios! No tenemos que ir a un determinado lugar físico porque nuestra adoración tiene lugar en lo que hacemos en nuestro vivir diario (Romanos 12:1-2) Así de sencillo.

Pero ¿No habla la Biblia de la iglesia? Muchas veces; pero nunca como edificio religioso. Tanto para Jesús como para sus primeros discípulos, la palabra “iglesia” describía la asamblea o comunidad de creyentes, bien en el ámbito local o general. (Ver NOTA) Es más, en el Nuevo Testamento no hay ninguna mención ni sugerencia de que los primeros cristianos tuvieran un edificio reservado para reunirse y adorar a Dios. La Biblia nos dice que los cristianos utilizaban sus casas particulares para congregarse (Ver Hechos 12:12; 1 Corintios 16:19; Colosenses 4:15) En los primeros doscientos años del cristianismo, no hay constancia de edificios de iglesia. Es evidente que para los primeros cristianos los edificios religiosos no tenían ninguna consideración o significado especial. 

En resumen, con la venida de Jesús se cambió el modo de adorar a Dios. Desde entonces la adoración verdadera no consiste en asistir a edificios o centros religiosos en la creencia de que es especialmente en esos lugares donde Dios recibe la adoración, ya que el Espíritu de Dios dejó de estar en el Templo para habitar en los creyentes ¡Nosotros somos el templo de Dios! Cuando la Biblia habla de iglesia siempre se refiere a la comunidad de creyentes, nunca a un edificio religioso. Por tanto, y puesto que el Espíritu de Dios habita en los verdaderos adoradores, la adoración verdadera abarca toda nuestra vida y todas nuestras actividades diarias sin importar el lugar ni las circunstancias (Colosenses 3:17, 23-24). Lo único importante para Dios es que se realice en espíritu y en verdad.


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NOTA
El diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento de W. E. Vine dice sobre el término griego ekklesia, de cual se traduce “iglesia”:
ekklesia, (de ek, fuera de, y klesis, llamamiento. de kaleo, llamar). Se usaba entre los griegos de un cuerpo de ciudadanos reunido para considerar asuntos de estado (Hch 19.39) […] Tiene dos aplicaciones a compañías de cristianos, (a) de toda la compañía de los redimidos a través de la era presente, la compañía de la que Cristo dijo: «edificaré mi iglesia» (Mt 16.18), y que es descrita adicionalmente como «la iglesia, la cual es su cuerpo» (Ef 1.22; 5.22), (b) en número singular (p.ej., Mt 18.17), a una compañía formada por creyentes profesos (p.ej., Hch 20.28; 1 Co 1.2; Gl 1.13. 1 Ts 1.1; 1 Ti 3.5), y en plural, refiriéndose a las iglesias en un distrito.