miércoles, 11 de noviembre de 2015

Buscando con buena actitud de corazón

Después que Jesús realizara milagros en tres ciudades, al ver la desfavorable reacción de sus habitantes exclamó:
Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos, y se las has revelado a estos que son como niños. Sí Padre, porque así te agradó.” (Mateo 11:25-26 PDT)
Más adelante, otros escritores bíblicos insisten en la misma idea: “Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (Santiago 4:6); Dios confunde “el entendimiento de los inteligentes”, mostrando que “no hay tal cosa como sabios, o expertos en la Biblia, o gente que cree tener todas las respuestas” (1 Corintios 1:19-20 TLA); en cambio, escoge a los que “desde el punto de vista humano, son débiles, despreciables y de poca importancia, para que los que se creen muy importantes se den cuenta de que en realidad no lo son” (1 Corintios 1:28 TLA)

Aquí tenemos una de las primeras claves para acceder a las verdades bíblicas. No se trata de adquisición de conocimientos, ni de técnicas de estudio; se trata de la buena actitud de corazón. A Dios le agrada esconder Su conocimiento a los intelectualmente orgullosos, a los autosuficientes; en cambio, Le complace revelar Su verdad a los que son como niños, los considerados de poca importancia.

¿Quiénes son? Son los humildes de corazón; los que siendo conscientes de su ignorancia, manifiestan un sincero deseo por aprender de Dios; captando con natural sencillez Sus enseñanzas.

Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y El enderezará tus sendas. No seas sabio a tus propios ojos, teme al Señor y apártate del mal” (Proverbios 3:5-7)
El humilde buscador ama a Dios sobre todas las cosas y confía en Él con todo su corazón; por esa razón, sólo busca la Verdad de Dios; no se conforma con menos. No le interesan las doctrinas humanas por muy defendidas y extendidas que estén; pero aún va más allá, tampoco le interesan las creencias erróneas que él mismo pueda estar albergando.

Tiene la mente lo suficientemente abierta como para reconocer que con toda probabilidad posee doctrinas que no proceden de Dios; y por eso, asume la necesidad de tener que desaprender conceptos y enseñanzas erróneas; a la vez que sabe que hay muchas y maravillosas verdades que le esperan ser descubiertas.

Su temor reverente a Dios y a Su verdad; hace que tengan mucho cuidado para que sus conclusiones bíblicas no sean el producto de deseos personales o de su excesiva confianza en otros hombres. Los buenos buscadores estudian la Biblia para averiguar la Verdad de Dios, no para apuntalar sus propias creencias.

Si después de realizar una completa investigación, comprueban que la evidencia bíblica señala hacia una determinada interpretación, el buen buscador decide aceptarla como palabra de Dios, aunque eso signifique romper con esquemas anteriores.

¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra; pero la sabiduría está con los modestos” (Proverbios 11:2)
Los buenos buscadores de la verdad bíblica se complacen en compartir con otros los pedacitos de verdad que vayan encontrando; pero tienen cuidado de no desarrollar una actitud presuntuosa que le lleve a creerse, algo así como el conducto exclusivo de Dios. Al contrario, saben bien que el espíritu de Dios está sobre “muchos” (Daniel 12:4); y por esa razón, están al tanto del conocimiento que Dios pueda transmitirles mediante otros humildes buscadores.

No se apresuran a juzgar una enseñanza como falsa sin antes examinar su apoyo bíblico. Su experiencia les enseña que deben ser prudentes; porque lo que a veces se considera una doctrina errónea, tras una investigación cabal, resulta ser una verdad procedente de Dios.

Tampoco tienen ningún problema en reconocer sus carencias sobre algún aspecto, que de momento no entiendan suficientemente. Saben del grave error que es pretender “ajustar con calzador” explicaciones sin apoyo bíblico, con el fin de que encajen en una determinada línea de creencias. Esta práctica, además de ser desleal con la voluntad divina, llega a ser un obstáculo insuperable para llegar al verdadero entendimiento bíblico. Los buscadores sinceros y leales optan por esperar pacientemente a que Dios algún día revele el correcto entendimiento.

Así, Dios no revela Su Verdad a todo el mundo; sino sólo a los que mantienen una buena actitud de corazón: las personas sencillas y humildes, que modestamente confían en Él con todo su corazón y están dispuestas a sacrificar sus creencias personales por las muchas y maravillosas enseñanzas que Dios les tiene reservadas.



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