En un mundo lleno de mentiras, falsedades y manipulación, conocer la verdad es fundamental, porque es el deseo de Dios (1 Ti 2:4), porque conocer la verdad nos hace libres (Jn 8:31-32); y sobre todo, porque es un requisito para los verdaderos adoradores de Dios. Siempre recordemos que los verdaderos adoradores se distinguen por adorarle “en espíritu y en verdad” (Jn 4:23). ¿Pero dónde reside la Verdad? ¿Dónde podemos encontrarla? Las denominaciones cristianas se apresuran a responder que la verdad se encuentra en la Biblia para acto seguido intentar demostrar que sólo ellos la enseñan correctamente. Lamentablemente con esto se olvida la única opinión autorizada que existe, la que ofrece nuestro Señor Jesús cuando dice:
“Yo soy” “la Verdad” (Jn 14:6)
Esta declaración es maravillosamente reveladora. Notemos que Jesús no dice: ‘Yo enseño la Verdad’, sino: ‘Yo SOY la Verdad’; es decir, la Verdad reside en Jesús, quién está lleno “de verdad” (Jn 1:14) Y porque también se le identifica como “La Palabra de Dios” (Ap 19:13; Jn 1:1), su declaración armoniza cuando dirigiéndose al Padre dice: “tu palabra es la Verdad” (Jn 17:17), por lo que Jesús es tanto la Palabra como la Verdad.
“Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Jn 18:37)
Jesús vino para mostrar la verdad acerca de Dios y de la vida. Por lo tanto, no hay razón para entretenerse en conjeturas personales, ni en seguir tradiciones religiosas o filosofías humanas. La Verdad se presenta en Jesús en toda su plenitud y lo hace desde varias perspectivas:
Al cumplir en sí mismo las promesas que Dios hizo a sus profetas. De Cristo se dice: “Pues tantas como sean las promesas de Dios, en El todas son sí; por eso también por medio de El” (2 Co 1:20), de manera que muchos aspectos de la Ley de Moisés no sean “más que la sombra de lo que ha de venir, pero la verdadera realidad es Cristo” (Col 2:17). “Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo” (Jn 1:17).
Al enseñarnos el verdadero modo de adorar a Dios, algo que bien se puede resumir cuando declaró que la verdadera adoración debe ser efectuada “en espíritu y en verdad” (Jn 4:23-24), donde la espiritualidad sincera es el factor decisivo para un verdadero adorador de Dios. Este es un mensaje revelador que Jesús expone cuando describe con reiterado énfasis los fundamentos y matices que siempre deben regir la adoración verdadera, donde ante todo se destaca la fe y el amor: amor a Dios, y amor al prójimo (Mr 12:28-34).
Al enseñarnos la verdad con su ejemplo: sus valores, su habla, su conducta y los sentimientos que transmite en su trato con los que le rodean. En todos estos aspectos cumplió a la perfección la voluntad de Dios. Así, Jesús no solo enseña la verdad, también nos hace una continua demostración de lo que significa vivir la verdad; y esto tiene un valor incalculable para todos sus seguidores, porque sólo cuando consideramos con interés su vida, aprendemos a vivir sus enseñanzas y a seguir “sus pisadas” (1 Pe 2:21).
Pero la verdad de Jesús no está al alcance de todos. Jesús dijo: "todo aquel que es de la verdad, oye mi voz" (Jn 18:37), lo que quiere decir que, para oír realmente a Jesús se ha de estar de parte de la verdad, se ha de buscar la Verdad de Dios por encima de las "verdades" de los hombres; y eso también implica estar dispuestos a identificar y desprenderse de los propios errores sin importar los sacrificios que conlleve. Los que se sienten cómodos con las mentiras y las medias verdades no pueden estar receptivos a la voz de Jesús, voz que solo es audible a los que aman la Verdad de Dios por encima de todo, y a estos Jesús les dice: “yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn 14:16-18) El Espíritu de verdad solo puede estar en quienes ejercitan la verdad en su mente y corazón, los que sinceramente la buscan, y la quieren vivir.
Siempre recordemos que Jesús nunca dijo que la Verdad estaría depositada en alguna organización religiosa. La Verdad está en Jesús y sólo puede surgir de Jesús. Sólo Cristo debe ser la piedra de toque de cualquier doctrina; por eso, al considerar cualquier enseñanza siempre debemos plantearnos: ¿Qué enseñó Jesús sobre esto? ¿Dijo algo o muestra algo con su ejemplo, de modo que manifieste su opinión? De este modo seremos enseñados “conforme a la verdad que está en Jesús” (Ef 4:21).
Pidamos a Dios que nos ayude a amar la verdad y que este amor nos acerque personalmente a la vida y enseñanza de nuestro Señor Jesús, la Verdad.