viernes, 25 de marzo de 2016

¿Es la Biblia la palabra de Dios?

A lo largo de los tiempos se han contabilizado cerca de 130 millones de libros; pero cuando se habla de El Libro, la atención se dirige a la Biblia, el único libro que, por su importancia, singularidad, antigüedad y divulgación, es reconocido como el libro más grande de todos los tiempos.

Pero lo que hace de la Biblia un libro de tan extraordinaria importancia es su propio testimonio de ser una obra de naturaleza divina, que trata de la especial relación entre Dios y el hombre; y así es aceptada por millones de cristianos, considerándola como autoridad suprema en materia de fe y práctica cristiana, y capaz de producir verdaderos cambios en la vida de los creyentes.

Todo lo mencionado hace que cobre enorme importancia la siguiente cuestión: ¿De verdad es la Biblia la palabra de Dios? ¿Qué evidencias existen para creer esta insólita afirmación? Para responder a esta pregunta disponemos al menos de 13 líneas de argumentación:

1) A diferencia de otros libros religiosos, la Biblia afirma expresamente que contiene las Escrituras inspiradas por Dios. Jesús y los apóstoles reconocieron la autoría divina del Antiguo Testamento y declararon que el espíritu santo era quien dirigía a los escritores bíblicos. (Más información: Breve introducción a la Biblia)

2) La Biblia es una colección de libros antiguos escritos originalmente hace miles de años. Sin embargo, son muy significativos los hallazgos de los rollos del Mar Muerto, así como los miles de manuscritos existentes; además del conocimiento que tenemos sobre la meticulosidad con la que trabajaban los copistas. Todo ello garantiza que el texto de nuestras biblias no presente alteraciones significativas y esencialmente dispongamos del mensaje bíblico original. (Más información: Conservación del texto bíblico – I y Conservación del texto bíblico - II)

  
3) Los descubrimientos de multitud de datos arqueológicos demuestran la historicidad de acontecimientos históricos narrados, así como ubicaciones geográficas y nombres de personajes bíblicos. (Más información: Arqueología bíblica)


 
4) La Biblia contiene numerosas profecías, cuyo asombroso cumplimiento constituye una importante evidencia de la inspiración de Dios, el único que puede predecir acontecimientos futuros. Una de las profecías más significativas cuyo cumplimiento ha sido atestiguado por varios historiadores antiguos, es la conquista de Babilonia por Ciro. (Más información: La conquista de Babilonia por Ciro)


 
5) Otra de las profecías bíblicas más acreditadas por la historia en su cumplimiento, es la sucesión en la escena mundial del Imperio Medo-Persa y el Imperio Griego. (Más información: El carnero y el macho cabrío)


 
6) Pero el tema profético más destacado en la Biblia tiene que ver con la venida y ministerio de Jesucristo como el Mesías. Son muchas las profecías del Antiguo Testamento cumplidas en Jesucristo; y gracias a los Rollos del Mar Muerto tenemos la certeza que estas profecías eran conocidas por los judíos antes del nacimiento de Jesús. (Más información: Las profecías mesiánicas)


 
7) Ya que el Autor intelectual de la Biblia se manifiesta como el Creador de todas las cosas, la información contenida en Su Palabra está en completa armonía con las verdades científicas que la humanidad ha ido descubriendo. Por ejemplo, hasta en el siglo XVII no se demostró el funcionamiento del ciclo del agua. Sin embargo, miles de años antes la Biblia ya declaraba su existencia. (Más información: El ciclo del agua)


8) Otro ejemplo de conocimiento bíblico adelantado a la ciencia de aquel tiempo, es la existencia de microorganismos. Más de 3.000 años atrás, los primeros libros de la Biblia ya transmitían unas medidas higiénicas y sanitarias absolutamente inéditas en aquella época, y que tenían como principio la existencia de microorganismos totalmente invisibles para el ojo humano. (Más información: Medidas higiénico sanitarias)


9) Seguramente el hecho científico registrado en la Biblia más sorprendente, es el que se refiere a la forma y ubicación de la tierra. Basta dirigirse a Job 26:7 e Isaías 40:22, para comprobar que la Biblia ya declaraba que la tierra es redonda y está suspendida en el espacio; una información increíble para aquellos tiempos y que sólo podía provenir de una fuente sobrehumana. (Más información: Ubicación y forma de la Tierra)


10) Además, existen evidencias internas que apuntan a Dios como el Autor de la Biblia. Por ejemplo, a diferencia de los escritores antiguos que exageraban lo bueno y ocultaban lo malo sobre sí mismos y su pueblo; los escritores bíblicos destacan por su franqueza y honestidad a la hora de relatar fielmente los hechos históricos. (Más información: La honestidad de los escritores bíblicos)

 
11) En una obra escrita por unos 40 distintos escritores, cuyas vidas estaban muy separadas a lo largo de unos 1.500 años, es muy llamativo el alto grado de armonía que subsiste entre los distintos escritores. Otro factor que señala a Dios como el Autor general de la Biblia. (Más información: La armonía entre distintos escritos)
  
12) Existen opiniones que niegan el evento más importante del N.T.: la resurrección de Jesucristo. Sin embargo, la historia nos proporciona el testimonio más poderoso: la persecución que experimentaron los primeros cristianos. El que ellos estuvieran dispuestos a sufrir y morir por su fe constituye una rotunda evidencia de la historicidad de los hechos donde ellos basaban sus creencias. (Más información: La persecución cristiana: el testimonio más poderoso)

13) Nos queda un aspecto que atestigua la inspiración divina de la Biblia de una manera muy especial. No se trata de pruebas arqueológicas, ni de información contrastada históricamente, tampoco de hechos científicos. Es algo que cada cual puede percibir con sólo abrir la Biblia y leer con suficiente reflexión. ¿A qué nos referimos? A la sublime personalidad de Jesús. (Más información: La personalidad de Jesús: el testimonio más sublime)

Jesús mismo dijo: “tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Después de examinar todas estas evidencias, está en cada uno decidir si cree a Jesús y acepta la veracidad de estas palabras:

“Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16)






domingo, 13 de marzo de 2016

La personalidad de Jesús: el testimonio más sublime

Queda un aspecto que atestigua la inspiración divina de la Biblia. No se trata de pruebas arqueológicas, ni de información contrastada históricamente, tampoco de hechos científicos. Es algo que cada cual puede percibir con sólo abrir la Biblia y leer con suficiente reflexión. ¿A qué nos referimos? A la sublime personalidad de Jesús.

En efecto, a medida que leemos su vida y su enseñanza, captamos su especial singularidad y compartimos las siguientes expresiones referidas a Jesús:

“Un personaje tan original, tan completo, tan uniformemente coherente, tan perfecto, tan humano y al mismo tiempo tan superior a toda grandeza humana” (Phillip Schaff)
“una personalidad tan vigorosa y atractiva, con una ética tan sublime y con una visión tan inspiradora de la hermandad humana” (Will Durant)
“¡Qué sublimidad en sus máximas! ¡Qué profunda sabiduría en sus discursos! ¡Qué presencia de mente, qué sutileza, qué idoneidad, en sus respuestas! ¡Qué grande el dominio sobre sus pasiones!” (Jean Jacques Rousseau)
“un joven atractivo que se mueve con libertad entre mujeres de toda clase, entre ellas algunas de mala reputación, sin que se vea en él sentimentalismo, falta de naturalidad ni mojigatería, a la vez que mantiene en todo momento una sencilla integridad de carácter” (Michael Grant)
“Las enseñanzas de un hombre siempre son representativas de su nivel moral y espiritual. Es precisamente en este sentido que Jesús es inimitable” (Risto Santala - El Mesías en el NT a la luz de los escritos rabínicos)
Ciertamente, al conocer y contemplar la vida de Jesús no podemos evitar maravillarnos y sentirnos seducidos por su fascinante personalidad. Pero al mismo tiempo, esta percepción proporciona un especial argumento a favor de la autenticidad de los escritos que hablan de él. Porque lo contrario sería afirmar la posibilidad de que cuatro escritores inventaran ese único personaje a través de cuatro relatos, y de forma tan coherente que pareciera obra de un mismo autor ¡Y eso sí que sería increíble!
“Sería mucho más difícil sostener que varios hombres se habían unido para recopilar este libro, que sostener que un hombre había sido la fuente de su contenido. . . El carácter de los Evangelios es tan perfectamente inimitable, que si hubiera sido invento de hombres, los inventores serían más grandes que el héroe mismo” (Jean Jacques Rousseau)
"¿Quién de entre Sus seguidores, o de entre sus prosélitos, podía inventarse los dichos que se le atribuyen a Jesús, o imaginarse la vida y el carácter que se revelan en los Evangelios? Ciertamente no los pescadores de Galilea" (John Stuart Mill)
“Un personaje [como Jesús], no puede ser ni un fraude ni una ficción. [...] Se requeriría más de un Jesús para inventar a Jesús” (Phillip Schaff)
“El que unos cuantos hombres sencillos hubieran inventado en una sola generación tan poderosa y atractiva personalidad [la de Jesús] sería un milagro mucho más increíble que cualquiera de los que se han anotado en los Evangelios” (Will Durant)
“Nadie puede leer los Evangelios sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad vibra en cada palabra. No es posible crear un mito con esa vida” (Albert Einstein)
Sí, al reflexionar en la personalidad de Jesús, se percibe un hecho histórico incuestionable: su vida, sus enseñanzas, sus milagros, su muerte y resurrección ocurrieron realmente tal y como relata la Biblia; siendo un testimonio sublime de la autoría de Dios.





lunes, 7 de marzo de 2016

La persecución cristiana: el testimonio más poderoso

Pero recordad los días pasados, cuando después de haber sido iluminados, soportasteis una gran lucha de padecimientos; por una parte, siendo hechos un espectáculo público en oprobios y aflicciones, y por otra, siendo compañeros de los que eran tratados así. Porque tuvisteis compasión de los prisioneros y aceptasteis con gozo el despojo de vuestros bienes, sabiendo que tenéis para vosotros mismos una mejor y más duradera posesión” (Hebreos 10:32-34)
¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta?” (Romanos 8:35)

La expresión “poner la mano en el fuego por alguien” significa que confiamos tanto en esa persona que arriesgaríamos cualquier cosa por avalar esa confianza. En la práctica, esto no deja de ser una “frase hecha”, que muchos utilizan sabiendo que su integridad física está a salvo. Pero en el primer siglo de la era cristiana, hubo multitud de personas que arriesgaron la vida misma por su fe en Jesús y lo que éste representaba. Estaban dispuestos a morir, y de hecho morían convencidos de que sus creencias estaban basadas en verdades indiscutibles. Para ellos fue realidad palpable la vida y ministerio del Señor Jesús, su muerte y su resurrección, suceso que atestiguaron más de quinientas personas:

Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles, y por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí.” (1 Corintios 15:3-8)

En las primeras etapas del cristianismo todos los cristianos sufrían la vergüenza, el desprecio y la ignominia por parte de sus vecinos; así como la ruptura de lazos familiares. Para ellos era común experimentar persecución, primero de parte de los judíos, y después por las autoridades romanas. Estaban muy conscientes de que en cualquier momento podían morir por mantenerse fieles a sus creencias.

¿Disponemos de pruebas históricas sobre esto? Sí, y no son pocas. Como ejemplo, tenemos al historiador J. M. Blázquez que dice lo siguiente: “La primera persecución del cristianismo, local, fue la de Nerón, con motivo del incendio de Roma. El emperador […], echó la culpa a los cristianos, que tenían un desastroso cartel entre la masa […], en el año 64. Esta primera persecución fue citada por Melitón, Tertuliano, Lactancio, Jerónimo, Rufino y Orosio, que expresamente acusan a Nerón de ser el primer perseguidor de los cristianos. Tácito (Ann. 15, 38-44) habla de masa de personas; describe el incendio y la persecución. El historiador menciona ejecuciones con refinados tormentos. Primero se detuvo a los que condenaban su fe, después toda una ingente muchedumbre quedó convicta. La ejecución fue acompañada de escarnios. Unos, cubiertos de pieles eran desgarrados por los perros; otros, crucificados eran quemados al atardecer” (Cristianismo primitivo y religiones mistéricas)

Es importante insistir que, a pesar de la persecución, la mayoría de los primeros cristianos se mantuvieron fieles a las enseñanzas de Jesús trasmitidas por sus discípulos. Este modo de proceder revela la absoluta seguridad que abrigaban sobre los hechos que sustentaban sus creencias. Como dice el historiador George Rawlinson: “Está claro que los primeros conversos tenían medios de determinar la exactitud histórica de lo que el cristianismo afirmaba, a un grado mucho mayor que nosotros; podían examinar e interrogar a los testigos... comparar sus diversos relatos... inquirir en cuanto a cómo respondían a sus declaraciones los adversarios... consultar documentos paganos de aquel tiempo... investigar cabal y completamente las pruebas” (The Historical Evidences of the Truth of the Scripture Records). Sólo así se puede entender que tanto los cristianos iletrados, como los eruditos tuvieran tanta certeza en los hechos registrados en los Evangelios. ¿Quién iba a arriesgar su vida por algo en lo que no tuviera plena seguridad, y más, cuando tenía la posibilidad de comprobarlo?

Este razonamiento constituye una poderosa evidencia de que los escritores bíblicos pusieron por escrito declaraciones y sucesos que ellos mismos vieron y comprobaron:

Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero” (Juan 21:24)
Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad” (2 Pedro 1:16)
el rey sabe estas cosas […]; pues no se ha hecho esto en algún rincón” (Hechos 26:26)  
¿No es esto prueba innegable de la autenticidad del Nuevo Testamento?





miércoles, 2 de marzo de 2016

La armonía entre distintos escritos

Hay un factor que hace de la Biblia un libro muy singular: sus numerosos escritores humanos y el extenso tiempo transcurrido entre unos y otros. La Biblia no ha sido escrita por un mismo autor humano, sino por unos 40 hombres de variadas ocupaciones, desde sencillos pescadores y pastores hasta doctos en la Ley e historiadores. Y lejos de vivir en la misma época, sus vidas estaban separadas a lo largo de unos 1.500 años.


En medio de esta diversidad circunstancial, lo normal y lo más probable es que los escritos de unos y otros tuvieran poco en común entre sí. Sin embargo, un examen detenido indica que hay una armonía extraordinaria entre ellos. Veamos el siguiente ejemplo:

Dios le prometió a Abraham que mediante su simiente todas las naciones de la tierra serían bendecidas, en alusión a Jesucristo:

En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Génesis 22:18) 
Pasados unos 500 años, David obtuvo la promesa que indicaba que la simiente de Abraham pasaría por su linaje:
Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino” (2 Samuel 7:12)
El profeta Isaías, allá por el año 700 a.C. reafirmó la promesa dada a David:
Del tocón de la familia de David saldrá un brote. Sí, un Retoño nuevo que dará fruto de la raíz vieja” (Isaías 11:1 NTV) 
Unos 1.000 años más tarde, en el siglo I d.C., el escritor Lucas revela la descendencia de Abraham y David:
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre” (Lucas 1:32) 
Y el apóstol Pablo también demostró que la “simiente” de Abraham y el “linaje” de David se cumplían en Jesucristo al decir:
Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16)
“[Dios] había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:2-4)
Otro ejemplo de armonía entre escritores bíblicos lo podemos tomar de estas palabras de Mateo:
Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó” (Mateo 26:67,68) 
¿Qué sentido tenía que le preguntaran a Jesús quién le golpeó en la cara? La explicación no la da Mateo, pero sí los escritores Marcos y Lucas:
Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas” (Marcos 14:65)
y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?” (Lucas 22:64) 
En efecto, aunque Mateo no menciona el detalle de que a Jesús le taparon los ojos, los otros evangelistas sí lo hacen, aunque no de forma idéntica; formando con ello un relato armonioso entre escritores distintos.

Hay muchos más ejemplos donde se aprecia la sobresaliente armonía entre los distintos escritores bíblicos, donde destaca especialmente las muchas profecías mesiánicas escritas por profetas del Antiguo Testamento y que tuvieron cumplimiento en Jesús, como bien atestiguaron los escritores del Nuevo Testamento (Ver artículo: Las profecías mesiánicas)

Ciertamente, la sobresaliente armonía de la Biblia, escrita por tantos hombres, en circunstancias tan diversas y en tan largo período de tiempo, es una evidencia más de que la Biblia es la palabra inspirada de Dios.