lunes, 28 de diciembre de 2015

Conservación del texto bíblico - I

Aunque Dios se ha comunicado con sus profetas de diversas maneras, tuvo a bien que su mensaje finalmente se pusiera por escrito:
Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro” (Éxodo 17:14)
Los estatutos y derechos y ley y mandamientos que os dio por escrito, cuidaréis siempre de ponerlos por obra” (2 Reyes 17:37)
Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre” (Isaías 30:8)

Pues bien, ¿Dónde están los libros originales, los autógrafos, para que podamos consultarlos? Parece que no existen. Los materiales que se utilizaron para escribirlos probablemente desaparecieron con el tiempo. Así que es imposible consultarlos.

Conocemos la Biblia a través de multitud de copias sucesivas que se han ido realizando a lo largo del tiempo. Esto no presentaría ningún problema si las copias hubieran sido impresas, de modo que todas fueran idénticas. Pero la imprenta no se implantó hasta el siglo XV. Esto quiere decir que hasta ese tiempo todas las copias se hacían a mano por un período de hasta 3.000 años. Claro está, copiar un documento a mano conlleva el riesgo inevitable de cometer errores, y ese riesgo se hace acumulativo cuando las copias se hacen de otras copias, estas sobre otras, y así sucesivamente…; lo que provoca que con el tiempo, el número de errores acumulados sea mayor.

Ante esto, surge la cuestión de si las copias que tenemos ahora mantienen el mismo mensaje que Dios transmitió a sus profetas. ¿Disponemos de la auténtica Palabra de Dios o solo contamos con copias desfiguradas carentes del mensaje original?

Copistas del Antiguo Testamento

La misma Biblia menciona el mandato de copiar las Sagradas Escrituras. Por ejemplo, con respecto a los futuros reyes de Israel Dios dijo:
Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas” (Deuteronomio 17:18) 
La Biblia también menciona por nombre a copistas o escribas, tales como Sadoc o Safán (Nehemías 13:13; Jeremías 36:10) El escriba más conocido es Esdras, autor del libro que lleva su nombre:
este Esdras subió de Babilonia. Era escriba diligente en la ley de Moisés, que Jehová Dios de Israel había dado” (Esdras 7:6) 
Como se ve, en Israel ya se reconocía la profesión del escriba o soferim. A partir del siglo VI d.C. los masoretas heredan la labor de los soferines. Gracias a la labor de estos copistas, a lo largo de los siglos se han producido miles de copias; y aunque gran parte de ellas se han perdido, actualmente se conservan más de 6.000 manuscritos del Antiguo Testamento, una cantidad que sobrepasa por mucho a los de cualquier obra clásica de la antigüedad.

Además de su ingente productividad, los soferim y los masoretas, sobre todo eran copistas profesionales que sentían auténtica devoción por su trabajo, convirtiéndose en los guardianes del texto del Antiguo Testamento. La profunda reverencia que estos hombres sentían por las Sagradas Escrituras les hacia desempeñar su labor con gran responsabilidad y una meticulosidad extrema. Tal era su obsesión perfeccionista que incluso llegaban a contar las letras para asegurarse que no faltara ni sobrara ninguna de ellas; y si al final detectaban el más mínimo error, rechazaban toda la sección y la escribían de nuevo.

Pero a pesar de todo, con el tiempo se fueron introduciendo errores involuntarios, incluso algunos copistas se tomaron libertades al introducir intencionadamente modificaciones en el texto. ¿Hasta qué punto afectó esto a la confiabilidad del texto bíblico que tenemos ahora? Para comprobarlo disponemos de la prueba del algodón: los Rollos del Mar Muerto.

Los rollos del Mar Muerto

En el año 1947 tuvo lugar el comienzo de un hallazgo bíblico de gran importancia. Hasta ese entonces los manuscritos más antiguos del Antiguo Testamento que se conocían eran del siglo IX después de Cristo, pero el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto reveló la existencia de más de 200 manuscritos correspondientes al texto hebreo y escritos entre los siglos III a.C. y I d.C. Esto quiere decir que entre los manuscritos más antiguos que se disponían hasta los recientemente descubiertos transcurrió un período de mil años. Se compararon unos con otros para ver el grado de similitud entre ellos; y en un sentido general los expertos concuerdan que los Rollos del Mar Muerto confirman la exactitud del texto hebreo que teníamos hasta entonces.

Como dijo el profesor Millar Burrows: “maravilla el hecho de que a través de algo así como mil años el texto haya tenido tan poca alteración”. Se puede decir que el texto del Antiguo Testamento se ha transmitido fielmente a lo largo de los siglos, gracias a la cuidadosa labor de los soferim y masoretas.

Por lo tanto, podemos leer el Antiguo Testamento con confianza de que estamos ante el mensaje que Dios trasmitió a sus profetas.

Rollo de Isaías (Mar Muerto)


BIBLIOGRAFÍA
Armstrong Cox, Sergio. Introducción a la Biblia I y II
Wesley Comfort, Philip. El origen de la Biblia
Mcdowell, Josh. La fiabilidad de la Biblia
Paredes, Geycer. Historia de la Biblia
BIBLIOGRAFÍA EN INTERNET

domingo, 27 de diciembre de 2015

El canon bíblico

La palabra “Biblia” procede de la palabra griega biblía, que significa “libritos”. Esto quiere decir que la Biblia no es un solo libro; en realidad se trata de una colección de varios libros y cartas escritos en un período de más de 1.100 años por unos 40 hombres de muy variadas ocupaciones (pastores, profetas, pescadores, reyes, etc.) Al catálogo de estos libros reconocidos como inspirados por Dios se le denomina canon bíblico.

Los libros que componen el canon bíblico satisfacen unos criterios que a modo de credenciales evidencian la autoría divina. A pesar de esto, existe controversia en cuanto a qué libros llevan estas credenciales; de modo que los principales grupos de la cristiandad presentan diferentes cánones:

Para la Iglesia Católica el canon lo componen 73 libros: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

Los ortodoxos aceptan un canon de 76 libros: 49 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

El canon para la mayoría de protestantes presenta un total de 66 libros: 39 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

Como se puede ver, hay un claro desacuerdo a la hora de determinar qué libros tienen la autoría divina. Sin embargo, de esta comparativa se desprende un dato muy significativo: todos están de acuerdo en reconocer la inspiración divina de al menos estos 66 libros: 

Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes, 2 Reyes, 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, El Cantar de los Cantares, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías.
Nuevo Testamento: Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Hechos, Romanos, 1 Corintios, 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 Tesalonicenses, 2 Tesalonicenses, 1 Timoteo, 2 Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos, Santiago, 1 Pedro, 2 Pedro, 1 Juan, 2 Juan, 3 Juan, Judas, Apocalipsis.

Vale la pena insistir en el reconocimiento unánime de estos 66 libros por toda la cristiandad. La única discordancia consiste en que la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, además de éstos, añaden a su canon otros 7 y 10 libros respectivamente. El por qué de esta diferencia y qué canon es el correcto, sin duda son cuestiones interesantes y que requieren un artículo aparte.
No obstante, la aceptación unánime por sí misma no es del todo suficiente para aceptar los 66 libros como pertenecientes a la biblioteca divina. Se necesita otro tipo de evidencias. Por eso, la pregunta relevante es: ¿Hay algún indicio de la intervención de Dios en el establecimiento del canon bíblico?
Durante muchos siglos la Iglesia Católica se otorgó a sí misma el derecho a establecer y guardar el canon bíblico; y para ello se hace referencia a varios concilios a partir del siglo IV donde en repetidas ocasiones se reconoció la colección de libros inspirados, donde entre otros se incluyen los 66 libros. Desde entonces, el canon de la Iglesia Católica se ha mantenido inalterable. Esto que aparentemente no tiene nada de especial, cobra interés cuando se consideran algunas de las enseñanzas de los 66 libros y se contrastan con la conducta de muchos representantes de la Iglesia Católica.

Las enseñanzas a las que nos referimos son claramente manifiestas en la Biblia, como por ejemplo: la no adoración a imágenes (Éxodo 20:4,5; 1 Juan 5:21), la no interferencia en política (Juan 17:15,16; Santiago 1:27; 4:4), la no participación en guerras (Isaías 2:4; Mateo 26:52) o la abstención de conducta inmoral (1 Corintios 5:11,13). Sin embargo, éstas han sido características demasiado comunes en la conducta de muchos de los representantes de la Iglesia Católica a lo largo de su historia. Es decir, quienes se consideran guardianes del canon bíblico han estado señalados y hasta condenados por enseñanzas guardadas en ese mismo canon. Obviamente, les hubiera sido sencillo manipular el canon extrayendo todo aquello que no les interesara.

No hubiera sido la primera vez. En el siglo II Marción de Sinope fue el autor del primer canon bíblico conocido. Marción elaboró su propio canon para que encajara con sus particulares doctrinas, de modo que sólo aceptó algunas cartas de Pablo y casi todo el evangelio de Lucas. A pesar de tratarse de un solo individuo, las enseñanzas de Marción se extendieron ampliamente en Oriente y Occidente. Si Marción pudo hacer esto, a la Iglesia Católica con su inmenso poder le hubiera sido muy fácil omitir los libros o las porciones de esos libros cuyas enseñanzas tan claramente les denunciaban.
Sin embargo, la Iglesia Católica lejos de seguir el proceder de Marción ha mantenido inalterable el mismo canon desde el siglo IV hasta nuestros días. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho que la Iglesia Católica haya conservado los 66 libros en el canon bíblico? ¿Debemos atribuirlo a su sagrada devoción a la Palabra de Dios? ¡De ningún modo! Es conocido como la Iglesia Católica mediante su famosa Inquisición no ha tenido ningún escrúpulo en quemar miles de biblias en hogueras públicas, además de perseguir y torturar hasta la muerte a multitud de personas por el solo hecho de traducir, transportar o leer la Palabra de Dios.

Entonces ¿Qué le ha impedido mutilar el canon bíblico a su conveniencia? Dicho sencilla y directamente: El mismo Autor del canon bíblico, Dios Todopoderoso. Así es, si Dios ha ejercido su poder para transmitir Su mensaje a la humanidad y para ello se ha valido de hombres ¿Qué le va a impedir controlar los acontecimientos humanos para que esos escritos sean finalmente incluidos en el canon bíblico? Nada ni nadie, ni siquiera todo el poder de cualquier institución humana por muy poderosa e influyente que sea.
Por lo tanto, si creemos que Dios ha inspirado la Biblia, la prueba más concluyente que tenemos para reconocer el verdadero canon bíblico es la propia intervención de Dios para establecerlo y protegerlo.



BIBLIOGRAFÍA
Wesley Comfort, Philip. El origen de la Biblia
Barclay, William. Introducción a la Biblia
Paredes, Geycer. Historia de la Biblia
Armstrong Cox, Sergio. Introducción a la Biblia I y II





martes, 22 de diciembre de 2015

Breve introducción a la Biblia

Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16)
Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21)
El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Samuel 23:2)
Estos versículos extraídos de la Biblia sirven como una carta de presentación para la humanidad. En efecto, la Biblia misma declara que no es un simple libro escrito por hombres, sino la expresión escrita que Dios dirige a la humanidad. La Biblia no afirma ser escrita directamente por Dios; sino que, a través de hombres Dios expresa y hace registrar Su mensaje.

El hecho de que la Biblia se reconoce a sí misma como un libro divino es algo singular. Si de verdad se trata de un libro procedente de Dios entonces lo hace el libro más interesante de todos. Pero por tratarse de una afirmación tan significativa, es esencial acercarse y comprobar qué razones defienden esta afirmación.

A modo de introducción, tengamos en cuenta unos datos significativos:

• Con al menos 4.000 millones de ejemplares vendidos por todo el mundo, la Biblia es por mucho el libro de mayor distribución que ha habido nunca.

• Actualmente está traducida en parte o en su totalidad en más de 2.500 idiomas y dialectos. Debido a la globalización de los principales idiomas, esto significa que un 95% de la humanidad puede leer la Biblia.

Tratándose de un libro originado, dirigido y patrocinado por Dios, es de esperar que esté accesible a prácticamente todo el mundo; pero obviamente, eso no es suficiente.

Inspirada por Dios

La Biblia misma se autodefine como “inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16) Esta expresión se vierte de la palabra griega compuesta the·ó·pneu·stos, que literalmente significa “insuflada por Dios” y que comunica la idea de “soplar” o “transmitir” pensamientos de parte de Dios.

En repetidas ocasiones la Biblia especifica que esta inspiración vino dada a través del espíritu de Dios (2 Pedro 1:21; 2 Samuel 23:2) y de muchas maneras (Hebreos 1:1, 2) Así tenemos que en una ocasión Dios mismo proveyó los Diez Mandamientos en tablas de piedra (Éxodo  31:18), en otras ocasiones transmitió sus mensajes a modo de dictado (Éxodo 34:27), a través de sueños (Daniel 7:21), de visiones (Ezequiel 1:1) o por medio de ángeles (Hebreos 2:2)

A los hombres que escribieron bajo inspiración divina se les denomina profetas (Hebreos 1:1) En este sentido el término profeta no se limita al proclamador de profecías, sino a quien actuaba como portavoz de Dios. Muy a menudo cuando los profetas escribían bajo inspiración divina utilizaban expresiones inequívocas sobre el origen de sus escritos. Por ejemplo, se calcula que la frase “así dice Jehová” (Isaías 37:33) o similar aparece más de trescientas veces en el Antiguo Testamento.

También es digno de notar que cuando los escritores del Nuevo Testamento citan del Antiguo Testamento están reconociendo su autoría divina. Jesucristo mismo lo hizo en muchas ocasiones, por ejemplo, al responder a las tentaciones de Satanás:

“[Jesús] respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. […] Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. […] Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.” (Mateo 4:4-10)
También, cuando afirma que ni una jota de la ley (la letra más pequeña del alfabeto hebreo) quedaría sin cumplir, Jesús estaba reconociendo la inspiración de los libros de la Ley de Moisés (Mateo 5:18) En otra ocasión afirmó que la Escritura no podía ser quebrantada o nulificada (Juan 10:34,35), es decir, se tenía que cumplir; un reconocimiento implícito de su procedencia divina.

Jesús predijo que sus discípulos, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, serían dirigidos por el espíritu santo que los guiaría a toda la verdad y les declararía el futuro.

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:12, 13) 
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26)
Gracias al espíritu santo tendrían el poder o la capacidad necesaria para testificar la verdad sobre Jesús, fuera verbalmente o por escrito.
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8)
Los escritores del Nuevo Testamento también expresaron en bastantes ocasiones su reconocimiento a la inspiración de las Escrituras del Antiguo Testamento.
Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús” (Hechos 1:16)
Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo…” (Hechos 28:25)
Pero, al igual que los escritores del Antiguo Testamento, los del Nuevo Testamento atestiguaron que sus escritos provenían de Dios. Por ejemplo, Pablo presentó sus enseñanzas como inspiradas al decir:
Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37)
Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13)
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1)
Y el apóstol Pedro da fe de este hecho al asociar las cartas de Pablo a las demás Escrituras inspiradas cuando dice:
Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito,  casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 Pedro 3:15, 16)

lunes, 21 de diciembre de 2015

Cómo probar si una enseñanza es bíblica

Ya sea en grupo o individualmente, cada vez que queramos probar una enseñanza, es recomendable abrir nuestra biblia y seguir estos pasos:

Pidamos a Dios que bendiga nuestra investigación y que nos guie a Su verdad

Si queremos conocer la verdad bíblica debemos orar al Autor de la Verdad y rogarle que nos dé "el espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él” (Efesios 1:17) Además, es sumamente importante asegurarnos de solicitar Su ayuda para conocer Su verdad, no para confirmar nuestras actuales creencias.

 Busquemos y leamos los textos que nos hayan referido

Leamos en nuestras biblias los textos citados, y hagamos una sencilla comparación sobre lo que nos afirman y lo que dice el texto bíblico.

Leamos el contexto de cada versículo y analicemos su alcance y significado

Se dice con razón que “un texto sin su contexto suele ser un pretexto”. Para evitar esto, debemos leer y analizar el contexto inmediato y el contexto amplio para encontrar el verdadero significado del versículo. El contexto inmediato son los versículos que están inmediatamente antes o después del versículo analizado, y suele tener una repercusión más directa sobre su significado.

El contexto amplio consiste en el capítulo o capítulos que rodean al pasaje y nos permite a saber el propósito general de esa porción, los destinatarios del mensaje, etc.; lo cual también nos ayuda a esclarecer el significado del pasaje que estamos estudiando.

Comparemos con otros pasajes que traten sobre el mismo asunto

Dicho de otro modo, debemos tener presente el contexto bíblico en su totalidad. El salmista dice: “La suma de tus palabras es la verdad” (Salmos 119:160). La Verdad no está encerrada en versículos aislados; sino en el conjunto de la Biblia, ya que es bastante frecuente que otras referencias bíblicas esclarezcan o complementen el significado del pasaje que estamos considerando.

Por otra parte, el tener en cuenta toda la Biblia, y no solo una parte, nos protege contra las interpretaciones erróneas e interesadas. El ejemplo más claro de esto lo tenemos en la segunda de las tentaciones del Diablo a Jesús (Mateo 4:6). Allí, el Diablo utilizó Salmos 91:11-12 para intentar que Jesús se arrojara al vacío y así experimentar la protección de Dios. Pero Jesús desveló la inicua intención del Diablo cuando dijo: “También está escrito: ‘No pongas a prueba al Señor tu Dios’
” (Mateo 4:7; Deuteronomio 6:16)

Así, es conveniente buscar todas las referencias bíblicas que traten sobre el mismo asunto y compararlas entre sí para obtener su verdadero sentido y significado. Ni que decir tiene, que para utilizar la Biblia adecuadamente se necesita conocerla completamente, y eso requiere una constante inversión de nuestro tiempo. Pero ¡Bendita inversión! (Salmos 1:1-3)

Comprobemos que las conclusiones resulten naturales y genuinas, y que los argumentos empleados sean convincentes

Esto quiere decir que, como regla general debemos leer la Biblia utilizando el sentido sencillo y literal del lenguaje para que las conclusiones a las que lleguemos resulten naturales y genuinas. Por tanto, se han de evitar razonamientos artificiales y recónditos que no guarden una relación natural con el contexto bíblico. Hemos de tener presente que Dios ha dado Su palabra para ser entendida por todas las personas comunes de corazón sincero (Mateo 11:25-26).

Caso especial es cuando estamos ante símbolos o figuras retóricas. Entonces debemos estudiar hasta encontrar la verdad literal que hay detrás de esa figura o símbolo, dejando siempre que sea la Escritura quien interprete la Escritura.

Es demasiado frecuente observar como expertos y teólogos tuercen el significado de algunos pasajes para que encajen con el esquema doctrinal de su denominación religiosa; o peor aún, para respaldar conductas desaprobadas por Dios. Por eso, hemos de asegurarnos que los argumentos utilizados sean verdaderamente convincentes, y no sean insertados “con calzador” para apoyar una determinada doctrina.


NOTA: También podríamos servirnos de otros elementos de la hermenéutica bíblica, como el conocimiento de los idiomas originales (hebreo y griego), la terminología bíblica, trasfondo histórico, contexto literario y cultural, etc. Pero, aunque el uso de estas disciplinas a veces puede ser muy necesario, por lo general no son imprescindibles.






lunes, 14 de diciembre de 2015

El buen ejemplo de los bereanos

Enseguida los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas a Berea, los cuales, al llegar, fueron a la sinagoga de los judíos. Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así. Por eso muchos de ellos creyeron, así como también un buen número de griegos, hombres y mujeres de distinción” (Hechos 17:10-12 LBLA) 
Aquí tenemos a unos auténticos buscadores de la verdad de Dios. Observando cómo respondieron a la predicación de Pablo podemos aprender importantes lecciones.

eran más nobles que los de Tesalónica” Los de Berea eran de sentimientos nobles porque reaccionaron con sinceridad de corazón a la predicación de Pablo. No cayeron en prejuicios, ni escucharon con la intención de buscar confrontaciones dialécticas. Lo importante para ellos era conocer y recibir la Verdad de Dios, aunque eso significara cambiar sus creencias.

recibieron la palabra con toda solicitud” Los bereanos recibieron la palabra predicada por Pablo y Silas con toda solicitud; es decir, con la esperanza entusiasta de estar ante alguna información que les ayudara a entender el plan de Dios.

Es de notar que Pablo y Silas eran impopulares entre los judíos. A los cristianos se les calificaba de secta apóstata; pero eso no impidió que los bereanos escucharan con suma atención lo que predicaban. La razón para esta buena disposición la tenemos en parte a una buena costumbre de Pablo: “Como era su costumbre, Pablo entró en la sinagoga y tres sábados seguidos discutió con ellos. Basándose en las Escrituras, les explicaba y demostraba que era necesario que el Mesías padeciera y resucitara” (Hechos 17:2-3)

En efecto, por su constante uso, percibieron que para Pablo la suprema autoridad residía en las Escrituras; y eso les predispuso a escuchar con interés.

escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así” Los bereanos tenían muy claro que sus creencias religiosas debían proceder exclusivamente de la palabra de Dios. Por eso; después de escuchar a Pablo, escudriñaron diariamente las Escrituras, para comprobar si era cierto lo que Pablo decía. Dicho de otro modo, en materia religiosa no aceptaban meras palabras de hombres por muy convincentes que sonaran (¡y Pablo era muy convincente!). La única autoridad que aceptaban era la palabra de Dios, mediante la cual comparaban y confrontaban cualquier nueva enseñanza.

Es digno de notar que para ellos el estudio de las Escrituras no estaba limitado a la asistencia a la sinagoga los sábados; sino que lo hacían diariamente; y dada la escasez de copias de las Escrituras, lo más probable es que lo hicieran en grupo. Por tanto, su estudio no consistía en un vistazo superficial y ocasional, sino que se trataba de una investigación completa y cuidadosa que hacían entre todos.


El comentarista bíblico Matthew Henry describe lo que probablemente era el sistema de estudio que seguían: “acudieron a sus biblias, buscaron los pasajes citados, leyeron el contexto, analizaron el alcance y significado de estos, los compararon con otros pasajes de la Escritura, verificaron que las deducciones de Pablo fueran naturales y genuinas y que sus argumentos fueran convincentes, y entonces actuaron en consecuencia”.


muchos de ellos creyeron” He aquí el resultado de su nobleza de carácter: “muchos de ellos creyeron”. El propósito de escuchar y escudriñar las Escrituras era saber lo que Dios tenía que decirles; tras lo cual, abrazaron la nueva fe, haciéndose obedientes al Cristo.



Sigamos su ejemplo

La primera lección es para los predicadores y maestros. Pablo no se molestó en absoluto que los bereanos comprobaran las Escrituras para confirmar que lo que decía era cierto; todo lo contario, los elogió por su sabio proceder, demostrando con ello, que a Pablo también le movía un noble interés: sólo quería hacer discípulos de Cristo, no discípulos de Pablo. ¿De cuántos predicadores se puede decir que no buscan hacer discípulos suyos, sino de Cristo? Un buen maestro se comporta como un tutor, cuya principal misión es animar y dirigir a los nuevos creyentes a hacerse discípulos directos de Jesús.


El proceder de los bereanos es un excelente ejemplo para todo buscador de la verdad bíblica. Cuando recibimos una nueva enseñanza bíblica, debemos hacerlo “con toda solicitud”; es decir, con presteza y entusiasmo, abriendo nuestra mente y corazón con la esperanza de estar ante una verdad procedente de Dios.

Seamos nobles de carácter al evitar cualquier prejuicio sobre el portador de la enseñanza. Centrémonos en enseñanzas, no en denominaciones. Podría ser que algunas denominaciones impopulares prediquen algunas enseñanzas dignas de ser examinadas.

Escuchemos a quienes tienen costumbre de utilizar la Biblia para demostrar sus convicciones, ¡pero ojo! eso es solo la primera condición. Sobre todo, necesitamos asegurarnos que lo que recibamos tenga una base bíblica bien fundada. Pablo nos aconseja ‘someter todo a prueba’ (1 Tesalonicenses 5:21); Juan nos dice: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1); y Jesús mismo reprochó a los saduceos ‘que desconocían las Escrituras’ (Marcos 12:24), y encomió a la iglesia de Éfeso por ‘no poder soportar a los malos, y probar a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son’ (Apocalipsis 2:2)

Hoy día es más necesario que nunca seguir estas indicaciones. Si en los tiempos de los apóstoles había que examinar con cuidado cualquier enseñanza ¡Cuánto más 2000 años después, donde vivimos en medio de una gran maraña de doctrinas en clara contradicción unas con otras!

Por eso, pongamos a prueba cualquier enseñanza. Que la Biblia y sólo la Biblia sea nuestra única autoridad religiosa. Intentemos participar en algún grupo donde sus integrantes compartan el mismo interés.


El principal propósito para leer y entender la Biblia no debe ser otro que conocer a Dios y Sus propósitos y conformar nuestra vida para obedecerle y amarle de acuerdo a Su verdad (Juan 4:23-24)

Si después de haber examinado cabalmente una enseñanza y comprobado su apoyo bíblico, percibimos que aún nos resistimos a aceptarla; entonces hemos de ver que estamos ante una prueba de fidelidad a Dios, con lo que hemos de preguntarnos: ¿Deseo continuar con mis propias creencias o quiero entregarme a la voluntad de Dios según lo revela en Su palabra? En tal situación será decisivo rogarle constantemente a Dios que nos ayude a aceptar toda Su voluntad (Mateo 22:37)