martes, 18 de julio de 2017

Los cristianos primitivos y el divorcio

En el cristianismo moderno hay una variedad de entendimientos sobre cuál debe ser la postura cristiana respecto al divorcio. En apoyo de una u otra posición, se han publicado numerosos libros y comentarios con más o menos grado de interés y acierto. Pero disponemos de unos comentarios que merecen poderosamente nuestro interés. Nos referimos a los comentarios de los cristianos primitivos. El interés de estos escritos no se puede exagerar si lo comparamos con los comentaristas actuales. 

Sus escritos registraron las creencias practicadas universalmente por los cristianos después de la muerte de los apóstoles. Esto es de mucha transcendencia porque nos revela el “curso de acción” de las primeras generaciones de cristianos en cuanto a sus ordenanzas y su aplicación de mandamientos bíblicos. Es decir, se trata de los comentarios cristianos más próximos en el tiempo a las enseñanzas originales de Jesucristo y, por esa razón, los más fiables.

También es muy importante fijarnos en la motivación que tenían al escribir. ¿Intentaban establecer enseñanzas que justificaran sus actos o preferencias doctrinales, como sucede con algunos comentaristas actuales? ¿O más bien los movía un interés genuino y sincero de transmitir la verdad de Cristo? Los escritores primitivos demostraron su honestidad e integridad de su fe, y esto lo vemos al acercarnos a sus vidas y constatar su disposición a renunciar a todo por Cristo; a sufrir encarcelamientos, torturas e incluso la muerte.

Veamos el testimonio de los cristianos primitivos sobre el divorcio y las segundas nupcias:

“Sobre la castidad, [Cristo] dijo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón. Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno (Mt 5:28-29). Y el que se casa con una divorciada de otro marido, comete adulterio (Mt 5:32) (...). Así, para nuestro Maestro, no sólo son pecadores los que contraen doble matrimonio conforme a la ley humana, sino también los que miran a una mujer para desearla. No sólo rechaza al que comete adulterio de hecho, sino también al que lo querría, pues ante Dios son patentes tanto las obras como los deseos. Entre nosotros hay muchos y muchas que, hechos discípulos de Cristo desde la niñez, permanecen incorruptos hasta los sesenta y los setenta años, y yo me glorío que los puedo mostrar de entre toda raza humana.” (Justino Mártir, 160 d.C.)

“Todos los que han estado casados en dos ocasiones por la ley humana, son pecadores a la vista de nuestro Maestro.” (Justino Mártir, 160 d.C.)

“…o hay que permanecer tal como uno nació, o hay que casarse una sola vez. El segundo matrimonio es un adulterio decente. Dice la Escritura: “el que deja a su mujer y se casa con otra, comete adulterio” (Mt 19:9; Mc 10:11), no permitiendo abandonar a aquella cuya virginidad uno deshizo, ni casarse de nuevo…” (Atenágoras, 177 d.C.)

“Que la escritura aconseja el matrimonio y no permite deshacerse de tal unión  expresamente está contenido en la ley, “No repudiarás a tu esposa, excepto por  causa de fornicación.” Esto se refiere a la fornicación del matrimonio del cónyuge separado mientras que el otro está vivo… El que toma una mujer  repudiada, comete adulterio.” (Clemente de Alejandría, 195 d.C.)

“Siendo un hereje, por su  misma naturaleza… mantiene matrimonios repetidos.” (Tertuliano, 197  d.C.)

“El Señor sostiene más agradable que el matrimonio no debería contraerse, que el que nada debe disolverse. En resumen, Él prohíbe el divorcio, excepto por causa de fornicación.” (Tertuliano, 205 d.C.)

“Cristo prohíbe el divorcio, diciendo: "El que repudia a su mujer y se casa, comete adulterio. Y cualquiera que se casa con una mujer repudiada por su marido también comete adulterio." Con el fin de prohibir el divorcio, Él declara ilegal casarse con una mujer que ha sido repudiada.” (Tertuliano, 205 d.C.)

Sostengo, pues, que había una condición en la prohibición que ahora hacía del divorcio: el caso en cuestión era que un hombre repartía a su esposa con el propósito expreso de casarse con otra... Es decir, la razón por la cual una mujer no debe ser despedida - para obtener otra esposa... Permanente es el matrimonio que no está bien disuelto. Por lo tanto, casarse mientras el matrimonio no se ha disuelto es cometer adulterio. Dado que, por lo tanto, su prohibición del divorcio era condicional, Él no lo prohibió absolutamente. Y lo que Él no prohibió en absoluto, e permitido en algunas ocasiones - cuando hay una ausencia de la causa por la que Él dio su prohibición. (Tertuliano, 207 d.C.)

“Lo que Dios juntó, no lo separe ningún hombre… ni magistrado ni ningún otro poder. Porque Dios, quien los juntó, es mayor en poder que todo lo demás que uno pudiera nombrar o aun imaginar.” (Orígenes, 225 d.C.)

“Ahora, contrario a lo que fue escrito, algunas de las reglas de la  iglesia han permitido a una mujer casarse mientras su esposo estaba vivo, obrando contrario a lo que estaba escrito: Una mujer casada está sujeta todo el  tiempo que su esposo viva.” (Orígenes, 245 d.C.)

“Una esposa no debe separarse de su esposo. O si se  separa, debe permanecer sin casarse.” (Cipriano, 250 d.C.)

“El que se casa con  una mujer divorciada es un adúltero.” (Lactancio, 304-313 d.C.)



¿Permite 1 Corintios 7:15 casarse de nuevo?

Algunos apuntan a 1 Corintios 7:15 para decir que los cristianos pueden divorciarse y casarse de nuevo en el caso de que su actual cónyuge sea incrédulo y este tome la iniciativa de separarse. Pero ¿Es correcta esa interpretación? ¿Qué mensaje transmite el versículo y su contexto?
"10 Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido;
11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.
12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone.
13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
14 Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.
15 Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.
16 Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?" (1 Corintios 7:10-16)
Aunque no se dice, es posible que los versículos 10 y 11 estén dirigidos a los matrimonios donde ambos son cristianos; pero aún siendo así, en modo alguno significa que los principios generales que contienen las palabras de Jesús en estos versículos no apliquen también a los matrimonios mixtos. Analicemos y comparemos el mandato del Señor (10-11) con lo que dice Pablo (12-16)

El Señor manda a los casados que no se separen de sus cónyuges, pero si aún así se separan se han de quedar sin casar (10-11). Pablo dice (no el Señor) a los cristianos que tienen cónyuges incrédulos que no lo abandonen (12-13), pero si el cónyuge incrédulo decide separarse, entonces quedan libres de sus responsabilidades matrimoniales y entran en una estado de mayor paz (15). Podemos pensar que Pablo habla bajo inspiración en lo que dice en todo este capítulo, pero si él mismo diferencia entre el mandato del Señor de lo que a continuación él opina, debemos entender que reconoce más autoridad a las palabras que el Señor le ha revelado, que a su propia opinión.

1.- En los versículos 10 al 16, el objetivo que persigue tanto el mandamiento Señor como la opinión de Pablo es la no separación de los cónyuges, describiendo los beneficios que ello comporta (14 y 16). Utilizar este pasaje para buscar un motivo para divorciarse y casarse de nuevo es justamente hacer lo contrario para lo cual se escribió.

2.- Justo entre los versículos 14 y 16 que describen los beneficios para no separarse del cónyuge incrédulo, está el versículo 15, que dice: “si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios” ¿Enseña este versículo que el cónyuge creyente está libre para casarse de nuevo? NO. Sólo dice que si el cónyuge incrédulo se separa el cónyuge creyente, este debe aceptar la separación. Que el cónyuge creyente acepte la separación de ningún modo significa que tiene libertad para casarse de nuevo, como muy bien se ejemplariza en las palabras del Señor del vers. 11 donde con la expresión “si se separa, quédese sin casar”, queda manifiesto que bajo el punto de vista de Dios la separación matrimonial no conlleva la libertad para casarse de nuevo.

3.- En los versículos 12 al 16 Pablo argumenta a favor de salvaguardar el matrimonio, no a romperlo. Sólo cuando el cónyuge incrédulo decide separarse, entonces el cónyuge creyente debe aceptar la separación y dejar de luchar por conservar el matrimonio ¿Con qué propósito? ¿Para casarse de nuevo? NO, sino para dejar de estar sujeto a la servidumbre que conlleva el matrimonio, alcanzando un estado de mayor paz. La misma razón que Pablo apunta va en contra de la idea de permitir un nuevo matrimonio ¿Cómo el cónyuge creyente va a experimentar esa paz si después decide sujetarse a la servidumbre de un nuevo matrimonio? Es evidente que Pablo no pensó en conceder al creyente la libertad para casarse de nuevo; primero, porque no lo dice, y segundo porque esa idea iría precisamente en contra de lo que sí dice; que es, estar libre de las responsabilidades del matrimonio.

4.- Si Pablo hubiera tenido la intención de declarar una nueva excepción para divorciarse y casarse de nuevo lo hubiera dicho con total claridad. Sería inverosímil que un aspecto tan importante lo dejara a la interpretación personal de cada uno; sobre todo, cuando se tiene en cuenta que en el versículo 39 dice: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero SI SU MARIDO MURIERE, LIBRE ES PARA CASARSE”. Aquí está la única condición que Pablo menciona para casarse de nuevo. Se trata necesariamente de una declaración explícita que no deja lugar a dudas, algo de lo que carece por completo la interpretación que se hace del versículo 15 en el sentido de apoyar las segundas nupcias.

5.- Con el fin de explicar por qué en los evangelios Jesús no mencionó la separación del cónyuge incrédulo como causa de divorcio, se intenta razonar que Jesús solo se dirigió a los judíos, y no había necesidad de emitir nuevos mandamientos a pueblos con costumbres distintas a la que tenían los judíos. Pero ese razonamiento se desmota por completo al observar que Jesús SÍ QUE INTERVIENE activamente en instruir a TODA LA IGLESIA, como se demuestra en los versículos 10 y 11, donde a través de Pablo da mandamiento a todos los cristianos, tanto judíos como gentiles, que en caso de separarse se queden sin casar. Por lo tanto, si Jesús señaló la fornicación como única causa de divorcio (Mateo 5:32; 19:9) se debe precisamente a que esa es la ÚNICA causa de divorcio cristiano que él ha establecido para sus seguidores.




viernes, 7 de julio de 2017

¿Creía Pablo en el infierno tradicional?

En el capítulo 6 de su carta a los romanos, Pablo contrasta la esclavitud al pecado con la obediencia a la justicia. En este capítulo se hacen continuas referencias a las consecuencias de uno y otro proceder, y cobra especial interés saber qué dice sobre el destino de los que se conducen por el pecado. Consideremos varios pasajes:
Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado.”  (Romanos 6:6-7) 
Es muy interesante la norma divina: “el que muere queda liberado del pecado”; o como dice la traducción Nacar Colunga: “el que muere, queda absuelto de su pecado”. Si los inicuos cuando mueren quedan liberados del pecado. ¿Cómo es posible que después de morir, reciban otro castigo infinitamente más severo, por una culpa de la que ya han sido absueltos con la muerte?
“¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia.” (Romanos 6:16) 
Quien es esclavo del pecado es llevado a la muerte, no a un castigo de sufrimiento eterno.
Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del dominio de la justicia. ¿Qué fruto cosechaban entonces? ¡Cosas que ahora los avergüenzan y que conducen a la muerte! Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna.” (Romanos 6:20-22) 
El fruto del pecado es vergonzoso y conduce a la muerte; el fruto de la justicia es la santidad y conduce a la vida eterna. Aquí hace una comparación de las consecuencias por seguir tras el pecado, o seguir tras la justicia. El resultado del pecado es la muerte, el resultado de la justicia es la vida eterna. Se menciona el concepto de eternidad, pero solo se aplica a los que siguen tras la justicia, no a quienes siguen tras el pecado. Para estos solo se menciona el concepto de muerte, no un estado de sufrimiento consciente y eterno.
Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.” (Romanos 6:23) 
Aquí se resume el contraste de ambos resultados; pero además introduce un matiz interesante: La muerte es la paga del pecado; es decir, es la retribución justa que corresponde a quienes siguen tras el pecado. En cambio, la vida eterna no se ofrece como una retribución justa, sino como una dádiva o regalo que Dios da a quienes siguen tras la justicia.

Fijémonos bien: la vida eterna es el regalo para los justos, pero lo contrario de la vida, que es la muerte, es el destino de los pecadores. Si el infierno de sufrimiento eterno fuera una realidad, no se entendería que no se mencionara en este capítulo, y en concreto en este versículo, donde se introduce el concepto de la eternidad como la dádiva de Dios.

Por lo tanto, la lectura de este capítulo lleva a estas conclusiones:

No se hace ninguna mención de algo parecido a un castigo de sufrimiento eterno. En las cuatro ocasiones que señala el resultado del pecado, en todas ellas indistintamente se habla de muerte sin más.

Si Pablo hubiera sabido y creído en el concepto del infierno tradicional, sería inevitable que lo mencionara en este capítulo que habla de dos tipos de destino, el de pecadores y el de justos. El hecho de que no lo haga es evidencia de que esa enseñanza no existía en la mente del apóstol.

Y la norma de que “el que muere queda liberado del pecado”, deja sin ningún sentido la existencia del sufrimiento eterno como un segundo castigo por la misma culpa que ya ha sido absuelta.

Por lo tanto, a la luz de este pasaje queda excluida la idea del infierno tradicional de sufrimiento eterno.