“[…] confiamos en que tenemos una buena conciencia, deseando conducirnos honradamente en todo”. (Hebreos 13:18, La Biblia de Las Américas)Una marcada característica de los escritores antiguos (y no tan antiguos) es la propensión a relatar y exagerar los aspectos positivos sobre sí mismos o su pueblo; así como de ocultar o disimular todo lo que fuera negativo. Esta forma de proceder se daba especialmente cuando el escritor estaba al servicio de un rey, cuya vanidad le exigía ensalzar sus virtudes, éxitos y victorias, y silenciar los defectos, fracasos y derrotas.
Sin embargo, cuando leemos la Biblia nos damos cuenta que sus escritores fueron diametralmente distintos: en sus relatos demostraron insólita franqueza y honestidad a la hora de escribir sobre ellos mismos o sobre su pueblo. Algunos ejemplos:
Moisés, caudillo y profeta de la nación de Israel cometió una infracción castigada por Dios, que le supuso no entrar en la tan esperada tierra prometida. Él mismo se encargó de ponerlo por escrito (Números 20: 9-13; Deuteronomio 32:50-52)
Los profetas pusieron por escrito los graves pecados del rey David, cuando todavía estaba reinando (2 Samuel 11:2-4; 24:1, 10-14)
Los escritores bíblicos no tuvieron problema en registrar los tristes casos de continuada rebeldía que su propio pueblo tenía para con Dios (2 Crónicas 36:15, 16)
El profeta Jonás redactó su propia actuación cobarde ante una comisión dada por Dios (Jonás 1:1-3) y el resentimiento infantil que tuvo en su posterior reacción (Jonás 4:1)
Mateo, un apóstol escogido, relató como Jesús recriminó a sus apóstoles su poca fe (Mateo 17:19-20), su falta de humildad (Mateo 18:1-6) y el acto cobarde e infiel de abandonar a su Señor (Mateo 26:56)
Los evangelistas no tuvieron ninguna objeción en mencionar cómo el “eminente” apóstol Pedro repudió a Jesús tres veces (Mateo 26:69-75)
El apóstol Pablo escribió él mismo sin ningún reparo cuál fue su ignominioso historial de perseguidor de la Iglesia (Hechos 22:19, 20) También admitió los vergonzosos problemas de índole inmoral (1 Corintios 5:1) y las divisiones (1 Corintios 1:10-13) que existían en algunas iglesias del primer siglo, de las que él mismo fue fundador.
Por otra parte, hay otros detalles que pueden pasar desapercibidos y que demuestran la veracidad de los escritores bíblicos. Por ejemplo, en la sociedad judaica del primer siglo, el testimonio de las mujeres con frecuencia era considerado de poco valor. Sin embargo, las primeras personas que supieron de la resurrección de Jesús fueron María Magdalena y Juana entre otras (Lucas 24:1-11) Pero por su condición de mujeres, los apóstoles tomaron sus palabras como locura y no las creyeron (Lucas 24:11) En el contexto de aquella sociedad, el que mujeres fueran las primeras informadas de la resurrección de Jesús, no daba una imagen de respetabilidad, pero aún así, se incluyó en el relato.
La honradez de los escritores bíblicos al contar las cosas tal y como sucedieron, así como la franqueza que demostraron al confesar por escrito episodios vergonzosos, es un claro signo de la veracidad de sus escritos, una evidencia más de que lo que estaban escribiendo no procedía de su iniciativa, sino de la voluntad expresa de Dios.