Después que Dios estableciera el primer matrimonio entre el hombre y la mujer, declaró: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:24) Nótese que en este momento, la primera pareja humana tenía la vida eterna por delante, y con esta perspectiva, se estableció que serían una sola carne, una situación donde el divorcio era totalmente ajeno. Mucho tiempo después, ante una pregunta de los fariseos, Jesús hizo referencia a las palabras de Génesis, al decir:
“¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?” (Mateo 19:4-5) y a continuación añadió lo siguiente: “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (Mateo 19:6) Aquí Jesús declara que el matrimonio es una unión establecida por Dios, y por lo tanto, una unión sagrada, que nadie tiene el derecho de deshacer.
La importancia de permanecer en la unión matrimonial también se aprecia en esta declaración bíblica: “Presten atención, pues, a su espíritu; no seas desleal con la mujer de tu juventud. Porque YO DETESTO EL DIVORCIO, dice el Señor, Dios de Israel, y al que cubre de iniquidad su vestidura, dice el Señor de los ejércitos. Presten atención, pues, a su espíritu y no sean desleales.” (Malaquías 2:15-16) Así, para Dios el divorcio es un acto grave de deslealtad; por lo tanto, algo que evitar si queremos agradar a Dios.
A pesar de lo anterior, Jesucristo declaró un ÚNICO motivo para obtener el divorcio: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo POR CAUSA DE FORNICACIÓN, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mateo 19:9) Solamente la fornicación del otro cónyuge permite a un cristiano tomar la decisión voluntaria de divorciarse y sentirse libre para casarse de nuevo. (Para una discusión detallada ver artículo: “por causa de fornicación”)
“si se separa, quédese sin casar”
La imposibilidad del divorcio por otras causas que no sea fornicación, queda reforzada en este mandato del Señor transmitido por Pablo: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer” (1 Corintios 7:10-11) El Señor dice que la mujer o el marido no se separe de su cónyuge; pero si, quizá por causas mayores decidiera separarse, el mandato de Jesús es claro: “quédese sin casar”, porque de casarse con otra persona estaría viviendo en adulterio. Notemos que no concede otra opción, porque si a alguien separado se le hace difícil permanecer sin una relación marital, no le queda otra opción que reconciliarse con el cónyuge.
“si el incrédulo se separa, sepárese”
Algunos señalan a 1 Corintios 7:15 para establecer que los cristianos pueden divorciarse y casarse de nuevo siempre que su actual cónyuge sea incrédulo y este tome la iniciativa de separarse. Pero al leer todo el pasaje se percibe con claridad que, lejos de querer proporcionar una excusa al divorcio, su propósito es que los cristianos se mantengan unidos en sus matrimonios. (Para una discusión detallada ver el artículo: “¿Permite 1 Corintios 7:15 casarse de nuevo?”)
“si te casas no pecas”
A veces se argumenta que cuando en 1 Corintios 7:27-28 Pablo dice: “¿Estás libre de mujer? No procures casarte. Mas también si te casas, no pecas”, se trata de una autorización para casarse de nuevo a los que están divorciados. Pero el contexto de ese mismo capítulo ofrece varias razones para concluir que Pablo se estaba refiriendo a personas solteras, no a divorciados. (Para una discusión detallada ver el artículo: “¿Qué dice 1 Corintios 7:27-28 sobre el divorcio?”)
El divorcio entre los cristianos primitivos
Entre los cristianos de hoy día existe una gran variedad de puntos de vista sobre cuál debe ser la postura cristiana respecto al divorcio y las segundas nupcias. Pero afortunadamente disponemos de unos testimonios que merecen poderosamente nuestro interés. Son los escritos de los cristianos primitivos, donde se registraron las creencias practicadas por los cristianos después de la muerte de los apóstoles, y donde se manifiesta el “curso de acción” de las primeras generaciones de cristianos en cuanto a sus ordenanzas y su aplicación de mandamientos bíblicos. Son por tanto, los comentarios cristianos más próximos en el tiempo a las enseñanzas originales de Jesucristo, y por eso, los más fiables para conocer el entendimiento correcto sobre el divorcio y las segundas nupcias.
Al leer estos escritos notamos que todos son unánimes en interpretar que Cristo prohíbe y condena un segundo matrimonio. A quienes se casan por segunda vez se les califica de adúlteros, e incluso herejes. A la mujer se le dice que no se separe de su esposo, y si lo hace, debe permanecer sin casarse. Y quienes se casan con una mujer divorciada comete adulterio. (Para ver los testimonios ver artículo: “Los cristianos primitivos y el divorcio”)