sábado, 9 de enero de 2016

Arqueología bíblica

Se denomina “arqueología bíblica” al hallazgo y estudio de objetos materiales relativos a hechos, lugares y personajes descritos en la Biblia. La arqueología bíblica tiene varios propósitos, como es ayudar a conocer los idiomas bíblicos, añadir significado a sucesos narrados en la Biblia o revelar la cultura de los pueblos contemporáneos al Israel bíblico. No obstante, en este artículo nos centramos en el papel de la arqueología al corroborar la historicidad bíblica.

Exceptuando los manuscritos bíblicos tratado en un artículo anterior, consideramos aquí algunos de los más importantes hallazgos arqueológicos relacionados con la Biblia:


La Piedra Moabita
También conocida como “La estela de Mesa”. Data alrededor del año 850 a. C. Describe la versión moabita de la victoria del rey Mesa sobre Israel (2 Reyes 3:4-27) Menciona por nombre personajes y lugares bíblicos, entre ellos: Mesa, Omri, Medeba, Atarot, Nebo y Jahaza.
De especial interés es la mención del nombre de Dios “Yahweh”, quizás el registro extra-bíblico más antiguo que se conoce del nombre divino.



El Cilindro de Ciro
Pieza de arcilla de forma cilíndrica. Data de 559-529 a. C.
En las líneas 22 al 34 se lee como el propio Ciro describe su política de permitir a los pueblos deportados que residían en Babilonia regresar a su lugar de origen. Esto hizo que los judíos pudieran volver a Palestina. (2 Crónicas 36:23; Esdras 1:1-3) Es de resaltar que, unos 200 años antes el libro de Isaías mencionó a Ciro de forma profética. (Isaías  44:28; 45:1; 2 Crónicas 36:23)


Túnel de Siloam
También llamado “Túnel de Ezequías”
Está ubicado en Jerusalén y data alrededor del año 700 a. C.
Fue construido por orden del rey Ezequías para asegurar la provisión de agua en Jerusalén (2 Reyes 20:20; 2 Crónicas 32:30). Dentro del túnel se descubrió una inscripción escrita en hebreo antiguo que describe la construcción del túnel.


El Prisma Taylor
Conocido también como el “Prisma del rey Senaquerib”
Data alrededor del año 690 a. C.
Describe las victorias de Senaquerib desde su punto de vista. Incluye la invasión de Judá cuando Ezequías era rey, además del tributo que éste tuvo que ofrecer al rey asirio. (2 Reyes 18:13–19:37; 2 Crónicas 32:1-22; Isaías 36:1–37:38)


El Obelisco Negro de Salmanasar

Data alrededor del año 827 a. C.
Describe los tributos que Salmanasar III, rey de Asiria, recibió de los reinos sometidos. Entre éstos, menciona expresamente haber recibido tributo de Jehú, rey de Israel. Se incluye un relieve que supuestamente representa a un enviado de Jehú ofreciendo el tributo al rey de Asiria.


La Crónica de Nabonido

Se le conoce también como “Crónica de Ciro-Nabonido”. Se trata de una tablilla cuneiforme que data de entre los siglos IV- I a. C.
Describe la conquista de Ciro sobre Babilonia. Detalla dice que “el ejército de Ciro entró en Babilonia sin combate” (Jeremías 51:30). También refiere que Nabonido estaba en Arabia mientras el príncipe heredero (Belsasar) permanecía en Babilonia. Al comparar con otros documentos se desprende que Nabonido compartió su reinado con Belsasar. Este dato no solo corrobora información bíblica, sino que ayuda a entender las palabras de Daniel cuando hace referencia al mandato de Belsasar de proclamar a ‘Daniel como el tercer señor del reino’ (Daniel 5:29)


Relieve de Sisac
Es un muro donde representa jeroglíficos y dibujos egipcios. Data alrededor del 943 al 922 a. C.
Este relieve conmemora las conquistas del faraón Sisac (mencionado varias veces en la Biblia) sobre Israel y Judá. (1 Reyes 14:25; 2 Crónicas 12:1-4) Las conquistas son simbolizadas por 156 prisioneros, donde cada uno representa una ciudad o aldea capturada. Uno de estos lugares es el “Campo de Abrán”, una de las referencias extra-bíblicas más antiguas del patriarca Abrahán.


El Arco de Tito
Arco de triunfo situado en Roma adornado con relieves. Data aproximadamente del año 81 d.C.
El arco conmemora la victoria de Tito contra los judíos, donde se representa el saqueo y destrucción de Jerusalén y su templo en el año 70 d.C., acontecimiento predicho por Jesús (Lucas 19:43, 44; 21:20) 
En el Arco se distingue a los soldados en cortejo triunfal llevándose el candelabro de siete brazos, objeto sagrado y auténtico símbolo del pueblo judío.


Además de éstos, hay cientos de personajes o lugares bíblicos que han sido corroborados por descubrimientos arqueológicos, como por ejemplo: Acab, Acaz, Arquelao, Asuero, Balaam, Baruc, Caifás, los hijos de Coré, Darío, David, Diana (Ártemis), Ebrum, Hananías, Heber, Lisanias, los hititas, Manasés, Mardoqueo, Nabucodonosor, Pablo, Poncio Pilato, Sargón, Sergio Paulo, Tiberio César, Acad, Arad, Azekah, Bet-el, Capernaúm, Corazín, Dan, Ecrón, Éfeso, Gat, Gaza, Gezer, Hazor, Hesbón, Jericó, Jope, Laquis, Nínive, Siquem, Susa.

Omisiones y discrepancias

Pero a pesar del creciente número de hallazgos arqueológicos que respaldan la historicidad de la Biblia, todavía quedan muchos personajes o lugares que, de momento, no tienen mención en ningún descubrimiento arqueológico. De los que sólo se mencionan alguna vez y carecen de relevancia en el contexto bíblico no sería razonable esperar hallazgos arqueológicos para confirmar su carácter histórico. Incluso es posible que algunos o muchos de estos nunca se registraran en formato arqueológico.

¿Qué podemos decir de los nombres bíblicos de cierta importancia y qué aún carecen de confirmación arqueológica? ¿Hemos de dudar de su existencia? Esta cuestión se ha planteado en numerosas ocasiones. Personajes de más o menos importancia en la Biblia como David, Belsasar o Poncio Pilato, entre otros muchos, han sido considerados ficticios simplemente porque aún no se disponía de evidencia extra-bíblica. Sin embargo, sólo hubo que esperar a que los arqueólogos continuaran su trabajo hasta descubrir pruebas que “atestiguaran” la existencia de esos personajes. En vista de esto, no hay por qué dudar de la historicidad de personajes y lugares que sólo se mencionan en la Biblia. Sencillamente se impone una actitud de espera hasta que surjan hallazgos arqueológicos que lo acrediten.

Sin embargo, a pesar del volumen de descubrimientos que hay en el ámbito de la arqueología bíblica, es un hecho que los hallazgos arqueológicos y sus correspondientes interpretaciones no siempre armonizan con la Biblia. Por ejemplo, en el mencionado “Prisma Taylor”, sobre la invasión de Judá, el rey asirio Senaquerib menciona que se llevó no menos de 200.150 prisioneros e impuso al rey Ezequías un tributo anual de 30 talentos de oro y 800 talentos de plata entre otros tesoros valiosos. La Biblia concuerda en la cantidad de los talentos de oro, pero cuenta los talentos de plata en 300 (2 Reyes 18:14) Tampoco hay constancia bíblica sobre los prisioneros. En cambio sí se menciona una aplastante derrota sufrida por Senaquerib cuando “el ángel de Jehová” en una noche derribó a 185.000 en el campamento de los asirios (2 Reyes 19:35, 36)

Para entender esta discrepancia, cabe tener en cuenta una característica muy extendida entre los gobernantes de la antigüedad: a la hora de registrar sus crónicas eran muy propensos a exagerar sus victorias y engrandecer sus éxitos; y por el contrario, muy olvidadizos cuando se trataba de fracasos o derrotas. Sus registros históricos, lejos de ser honestos, a menudo eran pura propaganda oficial dirigida a la posteridad. Esta característica aún común en tiempos modernos, hace que esos “registros históricos” resulten poco fiables a la hora de constatar los detalles de un acontecimiento. En cambio, la Biblia presenta honestidad en sus relatos. Los escritores no tuvieron ningún reparo en describir y señalar las derrotas de Israel, los errores y faltas de sus dirigentes y hasta de sí mismos. (Números 20:7-12; 2 Crónicas 36:15, 16; Mateo 26:56)

Por tanto, y volviendo al ejemplo del rey Senaquerib, se comprende por qué la diferencia en la cantidad de talentos de plata, así como en la gran cantidad de prisioneros no mencionados en la Biblia, que en palabras del profesor Olmstead, es atribuido a “la imaginación exuberante del escriba asirio”, al que por otro lado “se le pasa por alto” la aplastante derrota que costó la vida a 185.000 asirios*. Así pues, nos merece más confianza la versión bíblica que la jactanciosa versión del rey de Asiria. Este razonamiento lo podemos aplicar en muchas de las discrepancias que hay entre inscripciones arqueológicas y su correspondiente narración bíblica.

Por último, es oportuno mencionar que la arqueología, al tratarse de una disciplina donde a menudo se mezclan hechos objetivos e interpretación, el componente humano suele estar presente. Cuando esto es así, los arqueólogos a veces sucumben consciente o inconscientemente a inclinar sus líneas de investigación hacia hipótesis de preferencia personal. Como dice la obra The World of the Old Testament: “Los arqueólogos son más objetivos cuando desentierran los hechos que cuando los interpretan”. Esto ha provocado que algunas interpretaciones arqueológicas hayan tenido que cambiarse al producirse nuevos descubrimientos; lo cual nos lleva a pensar que las “teorías arqueológicas” nunca han de verse como verdades incuestionables, sino como información de interés que ha de considerarse con la debida prudencia.

A pesar de esto, podemos decir que existen multitud de datos arqueológicos que demuestran que el texto bíblico es veraz con los acontecimientos históricos narrados y las ubicaciones geográficas. Además, teniendo en cuenta que la arqueología es una ciencia relativamente nueva, es de esperar que con el tiempo la arqueología bíblica nos procure mucha más información que confirme la autenticidad de la Biblia.

* Es interesante que el historiador griego Heródoto explica esta derrota por la propagación de la peste provocada por una invasión de ratas. Cabe la posibilidad que el ángel de Jehová se valiera de ese medio para derribar al ejército asirio.


BIBLIOGRAFÍA
Jenofonte. Ciropedia
Castel, Francois. Historia de Israel y de Judá
Liverani, Mario. Más allá de la Biblia
Jacques Briend, Olivier Artus, Damien Noël. Arqueología, Biblia, Historia


BIBLIOGRAFÍA EN INTERNET
The British Museum
Livius
Bible History
Todo sobre Arqueología
Lugares bíblicos






sábado, 2 de enero de 2016

Conservación del texto bíblico - II

Copias del Nuevo Testamento

Se ha de reconocer que en los manuscritos existentes del Nuevo Testamento abundan las variaciones textuales provocadas sobre todo por el error humano y el gran número de copias que se han hecho y que, con el tiempo, han reproducido e incrementado estas variaciones.

Para tratar este problema, los expertos han elaborado la disciplina denominada crítica textual, que consiste en el estudio y comparación de los manuscritos disponibles con el fin de obtener lo más fielmente posible el texto original. Para conseguir este objetivo, la crítica textual emplea diversos criterios: antigüedad, lugar geográfico, origen de la información, prácticas y costumbres de los copistas, etc. De este modo se hace posible identificar y corregir cualquier variación significativa.

Pero como fácilmente se adivina, la posibilidad de conseguir el texto original es directamente proporcional al número de manuscritos disponibles y a la antigüedad de los mismos. ¿Se dan estos requerimientos en los manuscritos del Nuevo Testamento?

En primer lugar, el número de manuscritos del N.T. que tenemos es mucho mayor que el de cualquier otra obra de literatura antigua, exceptuando el A.T. Existen más de 5.500 manuscritos griegos y leccionarios (pasajes bíblicos usados para leerlos en oficios religiosos) ya sea completos o fragmentarios.

En segundo lugar, el tiempo transcurrido de los primeros manuscritos de sus autógrafos (escritos originales) es muy corto. El Códice Sinaítico escrito alrededor de 350 d.C. es la copia más antigua que tenemos de todo el N.T., pero incluso existen fragmentos fechados a principios del segundo siglo, tan sólo unos 40 años después de escribirse el original.

En tercer lugar, a diferencia del A.T., los libros del Nuevo Testamento no tuvieron que esperar mucho para ser traducidos. La cantidad de manuscritos descubiertos en otros idiomas asciende a más de 8.000, cuyas versiones más antiguas datan del alrededor del año 180 d.C.

En cuarto lugar, tenemos el valioso y abundante testimonio de los escritores cristianos comúnmente conocidos como “los padres de la iglesia”. Las obras de estos escritores contienen tantas citas directas del N.T. (más de 32.000), que algunos expertos han opinado que “si todas las fuentes de nuestro conocimiento del Nuevo Testamento fuesen destruidas, éstas serían suficientes por sí solas para reconstruir prácticamente todo el Nuevo Testamento” (Bruce Metzger).

Todos estos factores proporcionan una cantidad tan extraordinaria de información que asegura la confirmación de disponer en esencia del mensaje original del Nuevo Testamento. Tampoco se ha de olvidar que los manuscritos antiguos del siglo II y III que han sobrevivido a nuestros tiempos, son los mismos que los cristianos contemporáneos utilizaron para fundamentar sus profundas creencias, otorgándoles de este modo la misma credibilidad que a los escritos originales. Esto añade una evidencia más a su veracidad.

Como conclusión sirva la cita de Frederic Kenyon, que con relación a unos papiros bíblicos escribió:
“La primera y más importante conclusión que se obtiene de examinarlos es la conclusión satisfactoria de que confirman la solidez esencial de los textos existentes. No se muestra ninguna variación sorprendente o fundamental ya sea en el Antiguo o el Nuevo Testamento. No hay omisiones o adiciones importantes de pasajes, y ninguna variación que afecte hechos o doctrinas vitales. Las variaciones del texto afectan asuntos leves, como el orden de las palabras o las palabras exactas que se usan.”

Una pregunta legítima

Hay una pregunta que merece legítima consideración: Dado que la Biblia se produjo por voluntad divina, ¿no pudo Dios conservar los manuscritos originales, al menos las “dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios”? (Éxodo 31:18) También Jesús pasó todo su ministerio impartiendo enseñanza inspirada, pero lamentablemente no dejó nada escrito. Hubiera sido muy de agradecer disponer de las enseñanzas de Jesús escrita “de su puño y letra” ¿Quién mejor que él para hacerlo? Pero dejó que esa tarea la realizaran sus discípulos con sus inevitables errores e incertidumbres. ¿Por qué optó Dios por dejar el registro y conservación de Su Palabra en manos de los hombres?

Se podría argumentar que hay inclinación natural de los hombres a idolatrar cualquier cosa de naturaleza divina. Si tuviéramos los escritos directos por Dios o Jesús en algún soporte duradero, es seguro que se utilizarían como objetos de adoración, algo que está en clara oposición a la voluntad de Dios (Éxodo 20:4)

Por otro lado, tengamos presente que el contenido del mensaje bíblico es de naturaleza espiritual. Como bien dice William Barclay: “en la Biblia se establece un contacto especial entre Dios y el hombre. De alguna manera, Dios y el hombre se encuentran en la Biblia. […] En un sentido único, la Biblia es el punto de reunión entre el Espíritu de Dios y el espíritu humano. Esta es la primera base esencial de cualquier doctrina de revelación e inspiración”

Por lo tanto, si el propósito inicial de la Biblia es que el hombre pueda contactar con el espíritu de Dios, es indiferente el soporte de la escritura o el autor material de esta. No hay ninguna objeción real para que Dios transmita Su espíritu a través de escritos producidos y reproducidos  por sus profetas, hombres que de verdad amaban y obedecían a Dios. Porque lo importante para nosotros es contactar con Su espíritu, éste se deja hallar en escritos humanos, a pesar de sus peculiaridades e inevitables imperfecciones.

Luego, la finalidad de los escritos divinos no se siente afectada por el soporte o la escritura, sino por el mensaje espiritual que transmiten esos escritos.

Códice Sinaítico



BIBLIOGRAFÍA
Armstrong Cox, Sergio. Introducción a la Biblia I y II
Wesley Comfort, Philip. El origen de la Biblia
Fyvie Bruce, Frederick. ¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?
Mcdowell, Josh. La fiabilidad de la Biblia
Paredes, Geycer. Historia de la Biblia
William Barclay. Introducción a la Biblia
BIBLIOGRAFÍA EN INTERNET