domingo, 27 de diciembre de 2015

El canon bíblico

La palabra “Biblia” procede de la palabra griega biblía, que significa “libritos”. Esto quiere decir que la Biblia no es un solo libro; en realidad se trata de una colección de varios libros y cartas escritos en un período de más de 1.100 años por unos 40 hombres de muy variadas ocupaciones (pastores, profetas, pescadores, reyes, etc.) Al catálogo de estos libros reconocidos como inspirados por Dios se le denomina canon bíblico.

Los libros que componen el canon bíblico satisfacen unos criterios que a modo de credenciales evidencian la autoría divina. A pesar de esto, existe controversia en cuanto a qué libros llevan estas credenciales; de modo que los principales grupos de la cristiandad presentan diferentes cánones:

Para la Iglesia Católica el canon lo componen 73 libros: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

Los ortodoxos aceptan un canon de 76 libros: 49 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

El canon para la mayoría de protestantes presenta un total de 66 libros: 39 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

Como se puede ver, hay un claro desacuerdo a la hora de determinar qué libros tienen la autoría divina. Sin embargo, de esta comparativa se desprende un dato muy significativo: todos están de acuerdo en reconocer la inspiración divina de al menos estos 66 libros: 

Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes, 2 Reyes, 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, El Cantar de los Cantares, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías.
Nuevo Testamento: Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Hechos, Romanos, 1 Corintios, 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 Tesalonicenses, 2 Tesalonicenses, 1 Timoteo, 2 Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos, Santiago, 1 Pedro, 2 Pedro, 1 Juan, 2 Juan, 3 Juan, Judas, Apocalipsis.

Vale la pena insistir en el reconocimiento unánime de estos 66 libros por toda la cristiandad. La única discordancia consiste en que la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, además de éstos, añaden a su canon otros 7 y 10 libros respectivamente. El por qué de esta diferencia y qué canon es el correcto, sin duda son cuestiones interesantes y que requieren un artículo aparte.
No obstante, la aceptación unánime por sí misma no es del todo suficiente para aceptar los 66 libros como pertenecientes a la biblioteca divina. Se necesita otro tipo de evidencias. Por eso, la pregunta relevante es: ¿Hay algún indicio de la intervención de Dios en el establecimiento del canon bíblico?
Durante muchos siglos la Iglesia Católica se otorgó a sí misma el derecho a establecer y guardar el canon bíblico; y para ello se hace referencia a varios concilios a partir del siglo IV donde en repetidas ocasiones se reconoció la colección de libros inspirados, donde entre otros se incluyen los 66 libros. Desde entonces, el canon de la Iglesia Católica se ha mantenido inalterable. Esto que aparentemente no tiene nada de especial, cobra interés cuando se consideran algunas de las enseñanzas de los 66 libros y se contrastan con la conducta de muchos representantes de la Iglesia Católica.

Las enseñanzas a las que nos referimos son claramente manifiestas en la Biblia, como por ejemplo: la no adoración a imágenes (Éxodo 20:4,5; 1 Juan 5:21), la no interferencia en política (Juan 17:15,16; Santiago 1:27; 4:4), la no participación en guerras (Isaías 2:4; Mateo 26:52) o la abstención de conducta inmoral (1 Corintios 5:11,13). Sin embargo, éstas han sido características demasiado comunes en la conducta de muchos de los representantes de la Iglesia Católica a lo largo de su historia. Es decir, quienes se consideran guardianes del canon bíblico han estado señalados y hasta condenados por enseñanzas guardadas en ese mismo canon. Obviamente, les hubiera sido sencillo manipular el canon extrayendo todo aquello que no les interesara.

No hubiera sido la primera vez. En el siglo II Marción de Sinope fue el autor del primer canon bíblico conocido. Marción elaboró su propio canon para que encajara con sus particulares doctrinas, de modo que sólo aceptó algunas cartas de Pablo y casi todo el evangelio de Lucas. A pesar de tratarse de un solo individuo, las enseñanzas de Marción se extendieron ampliamente en Oriente y Occidente. Si Marción pudo hacer esto, a la Iglesia Católica con su inmenso poder le hubiera sido muy fácil omitir los libros o las porciones de esos libros cuyas enseñanzas tan claramente les denunciaban.
Sin embargo, la Iglesia Católica lejos de seguir el proceder de Marción ha mantenido inalterable el mismo canon desde el siglo IV hasta nuestros días. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho que la Iglesia Católica haya conservado los 66 libros en el canon bíblico? ¿Debemos atribuirlo a su sagrada devoción a la Palabra de Dios? ¡De ningún modo! Es conocido como la Iglesia Católica mediante su famosa Inquisición no ha tenido ningún escrúpulo en quemar miles de biblias en hogueras públicas, además de perseguir y torturar hasta la muerte a multitud de personas por el solo hecho de traducir, transportar o leer la Palabra de Dios.

Entonces ¿Qué le ha impedido mutilar el canon bíblico a su conveniencia? Dicho sencilla y directamente: El mismo Autor del canon bíblico, Dios Todopoderoso. Así es, si Dios ha ejercido su poder para transmitir Su mensaje a la humanidad y para ello se ha valido de hombres ¿Qué le va a impedir controlar los acontecimientos humanos para que esos escritos sean finalmente incluidos en el canon bíblico? Nada ni nadie, ni siquiera todo el poder de cualquier institución humana por muy poderosa e influyente que sea.
Por lo tanto, si creemos que Dios ha inspirado la Biblia, la prueba más concluyente que tenemos para reconocer el verdadero canon bíblico es la propia intervención de Dios para establecerlo y protegerlo.



BIBLIOGRAFÍA
Wesley Comfort, Philip. El origen de la Biblia
Barclay, William. Introducción a la Biblia
Paredes, Geycer. Historia de la Biblia
Armstrong Cox, Sergio. Introducción a la Biblia I y II





martes, 22 de diciembre de 2015

Breve introducción a la Biblia

Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16)
Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21)
El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Samuel 23:2)
Estos versículos extraídos de la Biblia sirven como una carta de presentación para la humanidad. En efecto, la Biblia misma declara que no es un simple libro escrito por hombres, sino la expresión escrita que Dios dirige a la humanidad. La Biblia no afirma ser escrita directamente por Dios; sino que, a través de hombres Dios expresa y hace registrar Su mensaje.

El hecho de que la Biblia se reconoce a sí misma como un libro divino es algo singular. Si de verdad se trata de un libro procedente de Dios entonces lo hace el libro más interesante de todos. Pero por tratarse de una afirmación tan significativa, es esencial acercarse y comprobar qué razones defienden esta afirmación.

A modo de introducción, tengamos en cuenta unos datos significativos:

• Con al menos 4.000 millones de ejemplares vendidos por todo el mundo, la Biblia es por mucho el libro de mayor distribución que ha habido nunca.

• Actualmente está traducida en parte o en su totalidad en más de 2.500 idiomas y dialectos. Debido a la globalización de los principales idiomas, esto significa que un 95% de la humanidad puede leer la Biblia.

Tratándose de un libro originado, dirigido y patrocinado por Dios, es de esperar que esté accesible a prácticamente todo el mundo; pero obviamente, eso no es suficiente.

Inspirada por Dios

La Biblia misma se autodefine como “inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16) Esta expresión se vierte de la palabra griega compuesta the·ó·pneu·stos, que literalmente significa “insuflada por Dios” y que comunica la idea de “soplar” o “transmitir” pensamientos de parte de Dios.

En repetidas ocasiones la Biblia especifica que esta inspiración vino dada a través del espíritu de Dios (2 Pedro 1:21; 2 Samuel 23:2) y de muchas maneras (Hebreos 1:1, 2) Así tenemos que en una ocasión Dios mismo proveyó los Diez Mandamientos en tablas de piedra (Éxodo  31:18), en otras ocasiones transmitió sus mensajes a modo de dictado (Éxodo 34:27), a través de sueños (Daniel 7:21), de visiones (Ezequiel 1:1) o por medio de ángeles (Hebreos 2:2)

A los hombres que escribieron bajo inspiración divina se les denomina profetas (Hebreos 1:1) En este sentido el término profeta no se limita al proclamador de profecías, sino a quien actuaba como portavoz de Dios. Muy a menudo cuando los profetas escribían bajo inspiración divina utilizaban expresiones inequívocas sobre el origen de sus escritos. Por ejemplo, se calcula que la frase “así dice Jehová” (Isaías 37:33) o similar aparece más de trescientas veces en el Antiguo Testamento.

También es digno de notar que cuando los escritores del Nuevo Testamento citan del Antiguo Testamento están reconociendo su autoría divina. Jesucristo mismo lo hizo en muchas ocasiones, por ejemplo, al responder a las tentaciones de Satanás:

“[Jesús] respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. […] Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. […] Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.” (Mateo 4:4-10)
También, cuando afirma que ni una jota de la ley (la letra más pequeña del alfabeto hebreo) quedaría sin cumplir, Jesús estaba reconociendo la inspiración de los libros de la Ley de Moisés (Mateo 5:18) En otra ocasión afirmó que la Escritura no podía ser quebrantada o nulificada (Juan 10:34,35), es decir, se tenía que cumplir; un reconocimiento implícito de su procedencia divina.

Jesús predijo que sus discípulos, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, serían dirigidos por el espíritu santo que los guiaría a toda la verdad y les declararía el futuro.

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:12, 13) 
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26)
Gracias al espíritu santo tendrían el poder o la capacidad necesaria para testificar la verdad sobre Jesús, fuera verbalmente o por escrito.
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8)
Los escritores del Nuevo Testamento también expresaron en bastantes ocasiones su reconocimiento a la inspiración de las Escrituras del Antiguo Testamento.
Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús” (Hechos 1:16)
Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo…” (Hechos 28:25)
Pero, al igual que los escritores del Antiguo Testamento, los del Nuevo Testamento atestiguaron que sus escritos provenían de Dios. Por ejemplo, Pablo presentó sus enseñanzas como inspiradas al decir:
Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37)
Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13)
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1)
Y el apóstol Pedro da fe de este hecho al asociar las cartas de Pablo a las demás Escrituras inspiradas cuando dice:
Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito,  casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 Pedro 3:15, 16)